Narrado por Karina
La cena terminó en silencio, pero dentro de mí había un ruido ensordecedor.
Cada palabra de Celeste resonaba en mi cabeza como un eco imposible de callar: “¿No será que… estás embarazada?”
Esa idea se me había pasado alguna vez por la mente en los últimos días, pero siempre la había desechado con rapidez, como si no mereciera quedarse más de un segundo en mi pensamiento. Ahora, después de escucharla en voz alta, todo adquiría un peso que me aplastaba.
Subí a mi habitación con pasos lentos, sintiendo que el aire me costaba más que antes. Cerré la puerta y me apoyé en ella, con las manos temblorosas sobre mi abdomen. Tenía miedo de tocarlo demasiado, como si pudiera confirmar algo que todavía no estaba lista para aceptar.
Me dejé caer en la cama y abracé mi cuaderno contra el pecho. No había palabras suficientes para escribir lo que sentía: confusión, temor, una punzada de esperanza mezclada con terror. Si estaba embarazada, todo cambiaría. Absolutamente todo.
El recu