Narrado por Karina
El silencio en la casa se sentía más denso que nunca, como si hasta las paredes contuvieran la respiración. Sabía que Dante estaba en su habitación; lo había escuchado entrar con pasos pesados, furiosos, y luego cerrar la puerta de un golpe.
No quise ir detrás de él de inmediato. Sabía que necesitaba su espacio. Lo conocía demasiado bien: cuando estaba herido, lo primero que hacía era levantar muros, como si así pudiera protegerse de todo… incluso de mí. Y, sin embargo, mientras pasaban los minutos, el peso de lo ocurrido me carcomía por dentro.
Dante, mi Dante, el muchacho que siempre había sido el más dulce, el más paciente… había perdido el control. Lo había visto irse a los golpes, dejarse arrastrar por la rabia hasta convertirse en alguien que no reconocía. Y eso me dolía tanto como la distancia que él mismo imponía entre nosotros.
Al final no pude quedarme quieta. Caminé hasta su puerta, dudando con la mano sobre la madera. Toqué suavemente, pero no obtuve res