Mundo ficciónIniciar sesiónÁngel Roquefeller. Es el mismo demonio que se oculta detrás de su nombre, un hombre soberbio, arrogante, déspota que no siente simpatía por nada ni por nadie. Pero su rutinaria vida cambia, el día que decidió tomar para ahogar las penas. Esa misma noche, a Melany Hilton le tendieron una trampa, y terminó pasando la noche con Ángel, pues estaba segura que era su esposo. Fabricio Miller. Este hombre es el enemigo a muerte de Ángel y sin darse cuenta terminó en la cama con Melany, por desgracia el joven se enamoró y decide luchar por un amor prohibido, pues Melany está enamorada de su esposo. Pero ella lleva una vida agobiante y agonizante, incluso llega a atentar contra su vida por culpa de un supuesto amor. La obsesión: es un pecado que se paga caro. El amor: un sentimiento tan hermoso que para conseguirlo se tiene que luchar por el. La traición: es uno de los pecados que más se comete sin querer. Pero que por desgracia hacemos sufrir a muchos. La soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza. Los siete pecados capitales que encontraremos a lo largo de esta historia. Pero al final solo el amor podrá con todo.
Leer másEl hombre ofrecía resistencia, su orgullo no le permitía arrodillarse. Pero no estaba frente a cualquiera, estaba frente a Ángel Roquefeller, un joven al que la vida le enseñó a los golpes que no se puede tener compasión por nadie.—¡He dicho que te inques! —gritó Ángel, ejerciendo más presión sobre su agarre hasta doblarle el brazo hacia atrás—.—¡No eres el primer perro al que enfrento por golpear a una mujer! Créeme, ya sé cómo tratarlos.Hablaba de Fabricio, a quien también sometió cuando lo vio agredir a Melany.—Ay… me vas a quebrar el brazo… —se quejó el hombre entre dientes.—Eso depende de ti. —advirtió Ángel con frialdad—.—Perdón, Yeimy… por favor, discúlpame… —su voz ya no tenía la fuerza de antes.—No te escucho. Habla como hombre, como cuando le gritabas para hacerla sentir menos.—Ángel, ya es suficiente. —Yeimy estaba asustada; nunca lo había visto tan molesto.—Hermana, dime… ¿cuántas veces le pediste que se detuviera? ¿Que no te golpeara más?—Muchas… —respondió ella
—Es magnífico… —espetó uno de los tipos mientras estiraba la mano y levantaba el rostro de una de las chicas.Las pobres muchachas se escondían una tras otra. Sus rostros sucios reflejaban la desesperación, clamaban por ayuda. Evidentemente, sabían que serían negociadas. El miedo se dibujaba en sus miradas; temblaban ante la incertidumbre.—Me gusta ella… ya tengo al cliente que pagará mucho por tenerla. —El tipo era un proxeneta. Sabía que ella elevaría aún más su negocio.A un lado, Fabri sonrió y saboreó el olor del dinero. Era lo único que le importaba. No le interesaba el hecho de que, por cada una de esas jóvenes, había familias sufriendo.—Todas son muy buenas y lindas, un excelente botín. Hagamos el negocio y salgamos de aquí. Se las pueden llevar cuando cerremos el trato.Fabricio tenía prisa… ¿O sería que el miedo a caer por sus crímenes lo estaba alcanzando?—Bien, bien, subamos para acabar con esto —respondió otro de los hampones.La trata de blancas, el negocio que había
La trabajadora social ya estaba allí.—Me da miedo perder a Luis… —dijo Ángel—. Esa maldita de Marta…El joven culpaba a la madre de Sofía, mientras que Melany sintió una punzada en el pecho.Él estará bien. Luis es inteligente, nunca dirá nada que nos perjudique. De eso estoy segura.Melany lo abrazó y lo apoyó, mientras que, adentro, Alicia se sentó frente al niño y le ofreció un lápiz junto con una hoja en blanco.—Puedes dibujar a tu familia mientras te hago unas preguntas —le indicó con una sonrisa profesional.Por su cargo, había estudiado psicología, y ahora lo estaba poniendo en práctica.Luis se acercó a una mesa. No dijo nada, pero estaba atento a todo.—¿Te gusta vivir con tu tío? —fue la primera pregunta, luego de presentarse.—¡Por supuesto! Mi tío me consiente mucho. Además, me lleva de paseo.—¿Pasa tiempo contigo? —La señora anotaba todo cuidadosamente.—¡Sí! A veces trabaja mucho, pero es entendible, es un exitoso hombre de negocios… y eso que es muy joven.Al decir e
En ese momento, Ángel extendió su mano y sostuvo con delicadeza los dedos de su amada. —Mi vida, no importa lo que hagas… si lo haces con amor, es suficiente para mí. Aunque lo dulce te quede salado, lo comeré, porque lo hicieron tus manos. —Ángel… —la chica inclinó la cabeza y respondió con dulzura—. ¡Me esforzaré por ti! Para no acabar contigo por el estómago. Ángel creyó que estaba bromeando, pero ya había comprobado que no era así. —¡Melany querida! Sé que puedes con eso. Me has demostrado que eres capaz de hacer cualquier cosa que te propongas —Ángel recordó lo mucho que ella lo había sorprendido. Esa noche, él no comentó nada sobre Sully, mucho menos lo que ella le había dicho: que su hija sigue con vida. Además, Raúl no encontró nada, y hasta que la mujer no aparezca, no podrá salir de esa duda. Por eso no se tragó el cuento del secuestro; piensa que Sully se esconde de él. Ambos comían en silencio, con mucho en qué pensar. —Ángel… —Melany titubeó. Luego dijo—: Me sient
De vuelta en el hospital, Melany reclinó la cabeza sobre el pecho de Ángel, aferrándose con fuerza a su amado. —¡Ángel, tengo miedo de ese hombre! —exclamó con voz temblorosa—. Fabricio no me dio buena espina... él quería hacer algo, lo conozco muy bien. Quizás sí logró presentir las verdaderas intenciones de su esposo. Al sentirla temblar, Ángel inclinó la cabeza y le besó con suavidad la mejilla. —¡Miller no puede hacerte daño! Estás conmigo. A mi lado no tienes por qué sentir temor —le aseguró. Pero Ángel no es Dios, y aunque su nombre infunda respeto, no lo hace omnipotente. Si desea mantener a salvo a la joven, deberá estar muy alerta, pues Fabricio ha ganado más poder: lo ha logrado entregando a las mujeres que escondía en una bodega vieja. Ambos se encontraban frente a la cama del pequeño Luis, vigilando cada movimiento. El tiempo parecía no avanzar, lo único que sí pasaba eran los pensamientos de Ángel: no dejaba de pensar en su hermano Gustavo. Se preguntaba por qué su
A un lado de ellos, Yeimy sonrió.—Te dije que Luis nunca olvida algo. ¿Crees que ese recibimiento fue para ti? Pues no, mi licenciado. Ese niño espera el autógrafo.—¡Bien, bien! —Luciano tuvo que sacar el obsequio para el niño: una camiseta de la selección de Argentina, firmada por todos los jugadores. Pero la más grande y destacada era la firma de su ídolo, el gran crack del fútbol.—¡Oh, por Dios! —los ojos del niño se iluminaron como dos luceros—. Señor abogado, ¡estas son las mejores firmas que has conseguido! Voy a enmarcar esta camiseta y la colgaré en mi habitación. Tiene el autógrafo de todos, ¡en especial el de Messi!La alegría del niño era evidente, mientras que el abogado se puso de pie y sostuvo la mano de Yeimy. Luciano no imaginaba que lograría distraer al pequeño.Ángel, se veía furioso. Le susurró a su amada.En ese momento, Yeimy parecía ausente. Estaba sentada frente al computador de Ángel, y no podía creer lo que había visto.—¡Esto no puede ser! Nunca pensé que





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