Hagan su trabajo.
A un lado de ellos, Yeimy sonrió.
—Te dije que Luis nunca olvida algo. ¿Crees que ese recibimiento fue para ti? Pues no, mi licenciado. Ese niño espera el autógrafo.
—¡Bien, bien! —Luciano tuvo que sacar el obsequio para el niño: una camiseta de la selección de Argentina, firmada por todos los jugadores. Pero la más grande y destacada era la firma de su ídolo, el gran crack del fútbol.
—¡Oh, por Dios! —los ojos del niño se iluminaron como dos luceros—. Señor abogado, ¡estas son las mejores firmas que has conseguido! Voy a enmarcar esta camiseta y la colgaré en mi habitación. Tiene el autógrafo de todos, ¡en especial el de Messi!
La alegría del niño era evidente, mientras que el abogado se puso de pie y sostuvo la mano de Yeimy. Luciano no imaginaba que lograría distraer al pequeño.
Ángel, se veía furioso. Le susurró a su amada.
En ese momento, Yeimy parecía ausente. Estaba sentada frente al computador de Ángel, y no podía creer lo que había visto.
—¡Esto no puede ser! Nunca pensé que