—Ya te he dicho que eres una de mis personas favoritas, ¿cierto?
Él sonrió y sobó los antebrazos de la joven.
—¿Y quién más lo es? —preguntó él, sonriendo, sobando los brazos de su sobrina que le encerraban en un abrazo fraternal.
Ella se enderezó y se devolvió a su silla.
—Pues, así lo haremos… —Las palabras de Liliana quedaron en el aire al ver quién acababa de llegar.
—Buenos días —saludó un impecable Adam, vestido de etiqueta, un traje marrón de tres piezas, bien peinado como siempre, mirando su reloj de muñeca—. Casi de tarde, de hecho. ¿Germán? ¿Liliana?
Germán se levantó a recibirlo, ofreciendo su mano a modo de saludo, siendo correspondido.
—Qué sorpresa, muchacho. Siéntate a comer con nosotros, aunque llegaste en el postre.
—Gracias, Germán. Vine a hablar contigo, pero… —Miró a Liliana—, no sabía que tu sobrina estaba aquí. Liliana, iba a ir a tu casa después de esta reunión. ¿Hablamos un momento?
Su tío no fue el único testigo de la reacción de la joven ante tal petició