Lloraba desesperada en los brazos de Julián. La amenaza, quien quiera que la hubiera enviado, había tenido el efecto que deseaba, porque ya no quería continuar con la investigación, solo deseaba que mi hija estuviera a salvo.
—Si algo le pasa a Isabella —gimoteé y él me acarició el cabello.
—No lo permitiré. Iremos a la policía.
Cerré los ojos con la mejilla apoyada en el pecho de Julián. Debía proteger a Isabella, aunque la alternativa que tenía era una que me rompería el corazón.
—Le entregaré la niña a Emilio. —Lo miré a los ojos mientras las lágrimas corrían por mis mejillas, desenfrenadas—. No puedo arriesgarla. Lo mejor será que él la cuide.
—Correrá el mismo peligro con él que contigo.
Mis labios temblaron, sentía el corazón oprimido por una mano de hierro, la de esos corruptos invisibles que querían silenciarme.
—Emilio tiene una hermana que vive fuera del país. —La voz se me quebró, tuve que hacer una pausa para tranquilizarme y seguir hablando—. Quizá pueda tener a Isa mi