Camila
Si alguien me hubiese dicho una año atrás que iba a conocer a Verónica Gil me hubiera muerto de la emoción. En las circunstancias actuales la perspectiva de tenerla delante lo único que me ocasionaba era disgusto.
Era una cuestión de inseguridad. Por más que me repitiera que Julián estaba conmigo ahora, no dejaba de compararme con Verónica, ni de pensar en lo que ellos habían vivido.
A mi alrededor, el resto de los redactores y periodistas de la sala trabajaban. Se escuchaba el ruido de sus voces acompañado del sonido incesante de los teclados y las tazas de café tintineando contra los escritorios. Aparté los ojos de la computadora, abierta en el sitio web de la Fundación Horizontes, incapaz de concentrarme. Eché la cabeza hacia atrás en el respaldar de la silla y suspiré. Eran demasiadas cosas en mi cabeza dando vueltas como un torbellino.
Cada día extrañaba más a Isa. Al menos Emilio me había permitido llamarla por las noches. Hacíamos videollamadas y ella me contaba lo q