Daisy le devolvió la sonrisa:
—No se preocupe, abuelito. Fue un gusto…
Sin embargo, de pronto se detuvo y se tapó la boca con aparente turbación.
—¿Pasa algo? —preguntó Erik con genuina preocupación—. ¿Se siente mal?
—N-no… —Daisy negó con la cabeza—. Es que… con mi condición de "simple ciudadana", quizá no debería llamarlo "abuelito" así como así.
—¡Qué tonterías dice! —protestó Erik, enternecido—. Si no fuera por usted, puede que ya no siguiera en este mundo. Que me diga "abuelito" es motivo de alegría, no de reproche.
Como si hubiera tenido una revelación, hizo una pausa y prosiguió:
—¿Sabe? No tengo nietas. ¿Qué le parecería ser mi nieta adoptiva?
—¿Eh? Eso… no sé… No soy más que una persona común —titubeó Daisy.
—¡Nada de eso! —cortó Erik con determinación. Se volvió hacia el mayordomo y le indicó—: Llámale enseguida a Fausto. Quiero formalizar esto ahora mismo.
Al poco rato, Fausto llegó de prisa y, mirando a su padre, comentó:
—Papá, entiendo que quieras agradecerle a la señorit