El frenazo brutal había dejado un silencio tenso en el interior del Bentley, roto solo por el áspero respirar de Andrés, el asistente de Lion, aún conmocionado. Pero ese silencio se quebró de la forma más violenta posible.
Antes de que Lion u Olivia pudieran reaccionar, la puerta del coche fue abierta de golpe desde fuera. La figura desencajada de la madre de Olivia se recortó contra la luz de la calle. Sus ojos estaban inyectados de sangre e hinchados por el llanto, se clavaron en Olivia con una desesperación animal.
—¡Olivia! ¡Hija, por favor! —Gritó, lanzándose sobre ella y agarrándole el brazo con una fuerza que habría sido imposible en otras circunstancias. Sus uñas se clavaron a través de la tela del vestido que llevaba puesto—¡Tienes que ayudarla! ¡Tienes que salvar a tu hermana! ¡Se está muriendo allí dentro!
Las lágrimas caían por su rostro sin control, manchando su impecable abrigo.
—¡La están maltratando! ¡Ha adelgazado tanto que no la reconozco! ¡Es solo una niña! ¡Fue un