La luz de la mañana entraba a raudales por la ventana de la suite hospitalaria, bañando todo con una claridad que parecía barrer los últimos vestigios de la debilidad. Lion, ya vestido con un traje informal, pero impecable que le había llevado Andrés, estaba de pie, mirando por la ventana. El médico acababa de darle el alta y sus palabras aún flotaban en el aire:
—Su recuperación es notable, pero todavía hay que tener cuidado.
La puerta se abrió suavemente. Olivia apareció en el umbral, con un ramo de flores frescas y vibrantes en sus brazos, un contraste deliberado con la estéril blancura del hospital. Su aroma dulce invadió la habitación.
Lion se volvió hacia ella con su mirada, intensa y alerta, que se posó en ella. No hubo saludo. Con un gesto casi imperceptible de su cabeza, despachó al asistente y al médico, que se deslizaron fuera de la habitación con discreta eficiencia.
Entonces el silencio se instaló entre ellos, bien cargado. Olivia avanzó unos pasos, con una sonrisa tímida