2: Estás enferma

Luego de hacer una larga llamada y pasar la noche en vela, pude armar una propuesta de colaboración para un proyecto multimillonario, el cual Caleb siempre había deseado. Así que luego de que él se fuera sin desayunar, ni despedirse, me preparé, arreglé mi cabello, me puse un vestido y conduje hasta su empresa. Al llegar fui directo al elevador y subí al último piso, para luego dirigirme a su oficina. Estaba muy emocionada por esto, estaba por cumplirle su sueño más deseado porque esto podría ayudarle a demostrarle su capacidad a su tío Lion, y así conseguir un ascenso y un aumento de sueldo.

El socio para este proyecto, con el cual había hablado la noche anterior, era Karla, una de mis mejores amigas con la que había perdido contacto desde hacía mucho tiempo…

Luego de mi primer aniversario con Caleb, el cual él olvidó por completo y no se sintió mal en lo absoluto, Karla, vino a verme a la casa, para intentar consolarme con algunas copas de vino blanco y helado de vainilla. Pero luego, cuando el silencio incómodo llegó de repente, ella pareció no soportar más esa carga en su pecho y me reprendió porque ella veía mi infelicidad con este matrimonio y me aconsejó divorciarme de él. Yo no lo tomé para nada bien, le dije un montón de cosas horribles y ella respondió igual. Nunca habíamos discutido tan fuertemente y desde entonces no volvimos a hablarnos.

Para conseguirle este proyecto a Caleb, tuve que soportar la frialdad, el sarcasmo y los reproches de Karla, desde luego que no tardó en regañarme por no valorarme.

(***)

Me encuentro sentada junto a Caleb en la sala de juntas de la directiva de la empresa y al ver el proyecto sus ojos se iluminaron como los de un cachorrito admirando a su amo. Solo eso bastó para que su actitud cambiara.

—Olivia, gracias por esto. De verdad… —Musitó con una amplia sonrisa que me deslumbró.

¿Acaso estaba siendo amable? No podía creerlo, no supe que responder, estaba pasmada, pero en el buen sentido de la palabra. Yo solo me limité a sonreírle de la misma manera y luego me levanté para irme sin más. Pero antes de alejarme demasiado, Caleb se acercó rápidamente y tiró de mi brazo, obligándome a volverme hacia él, el castaño depositó un casto beso sobre mis labios y luego me acompañó a la salida de la habitación.

Mientras que él regresaba a su oficina con esmero por empezar con el proyecto, yo me dirigí al elevador y para mi mala suerte, me la topo de frente, allí estaba ella con su carita de “Yo no fui”, su labial rojo corriente y su pachulí nauseabundo.

—Olivia… No sabía que estabas aquí, de haberlo sabido te hubiera llevado café. —Dijo ella con su voz chillona, fingiendo ser amable.

—No será necesario, ya me iba. —Respondo con suma cortesía a pesar de que las agruras no tardaban en llegar a mí.

—Espera, ven a la sala de descanso. Hay algo que quiero que veas. —Pidió ella, con un tono casi autoritario.

Solo me limité a responder con una mueca y luego la seguí a la sala de descanso. Al entrar en el lugar, ella cerró la puerta detrás de mí, manteniendo la tensión entre nosotras, aún más intensa que antes.

—¿Y bien? —Inquiero enarcando una ceja inquisitivamente.

—Quiero que te divorcies de Caleb. —Sentenció la pelinegra cruzándose de brazos con altivez.

—Tienes que estar bromeando… Hay que ver que, si tienes agallas, ¿Cómo te atreves de exigirme algo así? —Respondí de inmediato, luchando con todas mis fuerzas para no saltarle encima y sacarle los ojos.

—No hace falta que me des un sermón, debemos ser honestas. Caleb no es un hombre para ti. Él me ama a mí, no a ti. — Instó sin amedrentarse.

—¡Eres una mujerzuela destructora de hogares! ¡No tienes ni una pizca de moral! De verdad no entiendo qué tipo de familia puede criar a una hija como tú.—Refuté alzando la voz.

—Querida… no importa lo que digas, en el amor nadie es culpable o inocente. Tú sabes que él no te ama, yo sé que él no te ama. Todos están al tanto, ¿Por qué no tienes un poco de orgullo, te haces un favor y lo dejas libre? ¿Tan miserable eres como para seguir haciéndonos sufrir a nosotros por tu capricho? —Respondió con un tono cargado de sorna, firmeza y a la vez seguridad.

—Déjate de estupideces… —Exigí mirando a nuestro alrededor, notando como algunos empleados dentro y fuera de la sala de descanso nos miraban. —Debería darte vergüenza hacer esto frente a todo mundo.

Fue entonces que ella pareció notar la atención de todos los presentes puesta en ella y lo usó a su favor, arrodillándose frente a mí.

—Te lo suplico, déjanos ser felices. — Suplicó intentando ganarse la simpatía de los demás.

No podía creer que fuera capaz de esto, ya estaba harta y no podía contenerme más. En un rápido movimiento, llena de rabia tomé la jarra de café caliente que estaba a un lado de nosotras y se la arrojé completita encima. Allison soltó un alarido de dolor y agonía, que me hizo recapacitar por un momento, estaba cegada, no sé cómo fui capaz de hacerlo. Entonces, atraído por los gritos de Allison y el tumulto de empleados de la empresa rodeando el lugar, Caleb no tardó en llegar luego de descubrir el alboroto. Se abrió paso entre la multitud apresuradamente y al estar cerca de ella, se quitó el saco para cubrir la blusa empapada de Allison y luego la cargó en brazos.

—Te llevaré al hospital. —Dijo mientras se alejaba.

Pero antes de irse, se detuvo y me miró a los ojos con una mezcla de frialdad y decepción.

—Eres la peor persona que conozco. Estás enferma. —Me acusó y luego se fue.

Intenté seguirlo para disculparme, pero iba demasiado rápido por el pasillo, viéndolo correr con ella en brazos, cada vez más lejos de mí, comprendí que ya no tenía motivos para seguir aferrándome a él. Ya tenía la decisión. Debía dejarlo ir para siempre.

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