La mansión Winchester había recuperado, por unas horas, su sinfonía. El suave murmullo del cello del Sr. Davies se colaba por los pasillos, mezclándose con el arrullo de Olivia a Eliana. Era una melodía de normalidad fabricada, un frágil telón de fondo para la tormenta que se gestaba en el estudio de Lion.
Olivia bajó a Eliana con sumo cuidado en su cuna, observando cómo sus párpados, como pétalos de rosa, se cerraban en un sueño profundo. La paz de su hija era un bálsamo y un aguijón. Cada mentira que tuvieran que pronunciar desde ahora mancharía ese mundo perfecto que querían construir para ella. Se arregló el vestido, una elegante pero sencilla prenda color crema que inspiraba confianza, y se dirigió al estudio.
Dentro, la atmósfera era de guerra. Lion, de pie frente a una pantalla táctil gigante, proyectaba el plano del Edificio Aurora. Andrés y Gabriel flanqueaban sus costados, mientras Samuel, conectado remotamente, aparecía en un monitor secundario, sus dedos volando sobre un t