La niebla londinense se enroscaba como dedos pálidos alrededor de los faroles del muelle, creando un mundo de sombras líquidas y sonidos amortiguados. El lugar, era un almacén abandonado en los muelles de Wapping, olía a sal, óxido y abandono. Era el tipo de lugar donde las transacciones sucias podían hundirse en el Támesis sin dejar rastro. Ethan Reed, enfundado en una gabardina oscura con el cuello levantado, sintió el frío húmedo calarle hasta los huesos, pero era una sensación lejana, secundaria ante el frío interno que lo habitaba desde la intrusión.
Llegó diez minutos antes, escudriñando cada rincón, cada susurro del viento entre las tablas podridas. No llevaba el arma visible, pero sentía el peso de una Glock compacta en un holster bajo la axila. La lección había sido aprendida. La confianza era un lujo que ya no podía permitirse.
De la niebla, una silueta se materializó sin prisa. No era alta, ni imponente. Vestía ropas oscuras y funcionales, solo llevaba una capucha que ocult