La luz del atardecer se filtraba por las persianas semiabiertas del apartamento de Caleb, tiñendo todo de un tono anaranjado que no lograba calentar el frío que habitaba en su pecho. Las paredes parecían cerrarse sobre él, sofocantes. El silencio era roto únicamente por el zumbido de sus propios pensamientos, siendo un enjambre de miedo, arrepentimiento y una rabia sorda dirigida hacia sí mismo. Allison estaba en el dormitorio, encerrada, el peso del silencio que había entre ellos era más elocuente que cualquier discusión. Las palabras de Olivia resonaban en su mente como un eco envenenado: "¿alguna vez pensaste que algún día alguien también podría destruir tu matrimonio?"
No podía seguir así. Necesitaba cortar el último hilo, la conexión tóxica que lo había llevado al borde del abismo. Con manos que levemente temblaban, tomó su teléfono y marcó el número de Beatriz. Cada tono de llamada sonaba como un latigazo en su conciencia.
La línea se conectó, pero no hubo saludo. Solo una respi