El Cómplice Arrepentido
La suite presidencial era ahora un teatro de horrores. Julián Mercer, o quien fuera ese hombre, había cruzado un umbral del que no había retorno. Su plan, concebido en la arrogancia y la codicia, se estaba desmoronando ante sus ojos, transformándose en una pesadilla que nunca imaginó.
Cuando los dos encapuchados arrastraron a una Olivia semiconsciente hacia la suite, él los había seguido con el corazón latiéndole con fuerza. Las órdenes eran claras: montar una escena comprometedora, algo que humillara a Olivia y, por extensión, golpeara a Lion en su punto más vulnerable, su orgullo de esposo. "Quiero que Winchester la vea desvalida, expuesta, en una situación que no pueda explicar", le había dicho la voz al otro lado del teléfono, la voz que sostenía sus deudas y sus ambiciones. "Pero no la lastimen físicamente. Solo es teatro."
Pero el teatro se estaba convirtiendo en algo demasiado real. Los encapuchados, dos hombres de manos callosas y miradas vacías que olí