Capítulo 54. Llueve problemas
El restaurante era de carretera, como los prefería Mauricio, no ostentoso, pero eso sí, con olor a pan recién horneado.
Mauricio pidió un batido y una hamburguesa doble; Verónica, una ensalada y un café.
—Qué rico huele —dijo Verónica, me recuerda a tu casa.
Mauricio se echó a reír. Verónica continuó:
—Recuerdo que cuando le dije a mi mamá que quería hacer un curso de panadería con tu mamá, me miró con una cara que me dejó en evidencia.
—Mi mamá también se sorprendió de que yo quisiera asistir a sus cursos. Al verte entendió por qué.
Verónica miró el mantel, recordar viejos tiempos no era conveniente justo ahora que experimenta tantas emociones encontradas.
—Tu madre también se dio cuenta de lo que pasaba —dijo Mauricio—, pero solo sirvió para que comenzara a odiarme.
—Mauricio, éramos unos niños, ahora que soy madre puedo entenderla. Para comenzar, estábamos en primer año de bachillerato cuando nos conocimos. Yo jamás había lavado una taza, entraba a la cocina