Epílogo.
Habían pasado cinco años desde aquel día. Al final, los rumores en la prensa, se esfumaron cuando Anya declaró públicamente.
“Es cierto que no estaba preparada para tener hijos cuando mi esposo cambió mis pastillas anticonceptivas por placebos, pero lo perdoné porque lo amo y es el padre de mis hijos” Una verdad oculta entre la mentira para hacerlo más convincente.
La prensa desistió al escuchar eso, porque creyeron haber confundido aquel audio y la noticia no era tan jugosa si el afamado CEO no había abusado de su esposa.
Edward no estaba de acuerdo, pero finalmente fue decisión de Anya. Así que solo tuvo que aceptarlo.
Ahora, cinco años después Anya, con una peineta rosa sujetando su cabello, trenzaba con delicadeza el dorado cabello de Elara, cuyos ojos azules brillaban más que su vestido azul pálido.
—Mamá, quiero trencitas como las de la princesa que vimos en la tele. —Pidió Elara, girando la cabeza con impaciencia.
—Te haré las trenzas más bonitas que hayas visto. —Respondió Any