El poder de Edward Vanderbilt.
El mundo de Anya se detuvo al pensar que sus hijos no volverían a su lado, pero el de Edward no. Seguía girando con más intensidad. Porque cuando algo importante está en peligro, es cuando el poder tiene valía.
Anya seguía de pie frente a él, pero sus labios y todo su cuerpo temblaba.
Sus palabras seguían en la cabeza de Edward como un eco persistente; “Alan… se robó a mis bebés”
Las palabras no habían terminado de salir de labios de Anya cuando Edward ya había girado sobre sí mismo, como si su cuerpo actuara por instinto.
Caminó a paso certero fuera de la habitación, mientras Anya lo seguía por inercia.
Llegaron al despacho y Edward fue directo al escritorio.
Tomó el teléfono sobre el escritorio, mientras Anya comenzaba a llorar.
No podía consolarla, ni siquiera lo intentó. Él no era el tipo de hombre que consolaría a su esposa ante una crisis, no sin antes resolver el problema.
Encendió la pantalla y entró a sus contactos, donde algunos de ellos resaltaban entre todos los