—¿Quién es usted? —Leah no ocultó ni un poco su molestia. Se enderezó con cuidado sin quitarle la vista de encima a la intrusa.
—Mi nombre es Ada. Nos vimos en el juicio, ¿recuerda? Aquel en el que su moral fue cuestionada —la loba disfrazó sus comentarios venenosos con una sonrisa "amable".
—¿Y qué hace aquí? ¿Acaso me desmayé cerca de otro guardia y lo tomó como indicio de coqueteo? —Ahora que sabía que pertenecía a esos idiotas, no le importaba sonar hostil.
Ada rió abiertamente y sus colmillos blancos y relucientes sobresalieron de toda su dentadura.
—No, para nada. Solo estoy aquí para asegurarme de que todo esté bien. Estoy de parte de su majestad —habló con solemnidad, aunque en su interior ya comenzaba a fastidiarle la actitud de esa loba. ¿Y qué si tenía el don de la videncia? ¿Eso la volvía automáticamente inmune a la ley?
—Bueno, todo está bien. Puedes retirarte —Leah la recorrió con la mirada. Era bonita, pero tenía ese atisbo de superioridad que le recordaba mucho a Freya