Leah parpadeó varias veces.
La profecía —o lo que recordaba de ella— decía: Un hijo, hijo, hijo nacido del don y la furia.
Un cachorro macho. Ese dato estaba más que claro.
Leah dejó escapar un largo suspiro. Apartó su vista de Amira.
—Noah está vivo.
Cassian entrecerró los ojos en dirección a la vidente. Todos en la manada habían comenzado los lutos por el alfa, luego de tanto tiempo sin saber nada de él.
—¿Cómo sabes eso? —No quería escuchar sobre presentimientos. Esa estupidez era la que repetían todos los lobos de la manada. Unos hasta aseguraban que Noah se les presentó en sueños y había dado indicaciones de buscar sus restos y ponerlos junto a los de su padre. Terror colectivo de descerebrados, según su criterio.
—Pude verlo. Era una visión. Estoy segura —dijo emocionada, sin embargo, al recordar sus heridas y su desesperación, su rostro mostró tristeza—. El lugar donde está es horrible. Es el campo de entrenamiento, está fuera de la casona de Lucian.
La impotencia hizo que Cass