C67: Mírate, aquí estás.

El juez se puso de pie, recogió los documentos que tenía frente a él y abandonó la sala sin mirar atrás, dejando tras de sí un ambiente tenso que parecía flotar en el recinto como una nube de frustración. El eco del mazo todavía vibraba cuando Ámbar, de pie junto a su asiento, permanecía estática, observando la puerta por donde el juez acababa de salir.

Solo entonces comprendió la magnitud de lo sucedido. Aquella explosión de emociones que había intentado reprimir hasta el final había terminado por jugarle en contra. Su deseo de cerrar ese capítulo, de ponerle fin de una vez por todas a esa batalla agotadora, se desvanecía frente a la realidad: todo se postergaba. La audiencia quedaba suspendida, y el proceso que tanto quería concluir se alargaba aún más. La sensación de impotencia le apretó el pecho.

Vidal, por su parte, se levantó lentamente, y en su rostro se dibujó una sonrisa satisfecha, casi victoriosa. Había conseguido lo que quería. Desde el principio, aquello era su propósito
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