Layla permaneció en silencio unos instantes, como si tratara de decidir si debía revelar aquello que había guardado celosamente para sí. No se trataba únicamente de un secreto: era su primer intento real por actuar a la manera de Margot, sin depender de ella, sin esperar órdenes, sin pedir permiso.
Una parte de Layla había deseado demostrarle que también era capaz de manejar los hilos de un plan complejo, que no era siempre la muchacha impulsiva a la que había que supervisar para que no arruinara todo. Y sin embargo, ahora que las palabras de su tía dibujaban un escenario que rozaba peligrosamente el que ella misma había intentado construir en secreto, comprendió que no tenía sentido ocultarlo más.
Respiró hondo, levantó la barbilla, y decidió hablar.
—A decir verdad… hay algo que no te he contado, tía —expuso Layla—. He hablado con ese hombre, con el exesposo de Ámbar. Su nombre es Vidal Benaroch. Me comuniqué con él hace algunos días… y le dije que podría ayudarlo a recuperarla, sie