León
La oscuridad de mi habitación parecía menos opresiva esa noche, aunque mi mente no encontraba descanso. Los fragmentos de recuerdos y secretos se entrelazaban en un caos imposible de desenredar, y yo sabía que el tiempo para esconder la verdad se estaba acabando. Los espejos, esos malditos espejos, eran la clave, pero también la trampa que amenazaba con devorar todo a su alrededor.
Sentado en el borde de la cama, repasaba una y otra vez las palabras que Ethan me había dicho. Su mirada, mezcla de dolor y esperanza, me impulsaba a dejar de huir de lo que soy. Pero la realidad era más compleja: no solo yo estaba en peligro. Aquellos que nos perseguían, el grupo que hasta ahora solo habíamos sentido como una sombra al acecho, empezaban a mostrarse con formas y nombres.
Sabía que debía enfrentar mi pasado, y que ese pasado estaba más ligado al grupo de lo que imaginaba. En un rincón de mi memoria apareció la figura de Helena, una mujer enigmática que durante años fue mi mentora, pero