El embarazo gemelar avanzaba, pero no sin sus desafíos. A las veintiocho semanas, Charlotte comenzó a sentir contracciones leves pero persistentes y una molesta presión en la parte baja del vientre. Preocupada, llamó a su obstetra, quien, tras una consulta rápida, fue contundente: "Reposo absoluto en cama, Charlotte. Nada de trabajo, nada de paseos, nada de cargar a Sophie. O te quedas quieta, o tendremos que hospitalizarte para monitorizarte".
El pánico se apoderó de ella. ¿Reposo absoluto? ¿Con una niña pequeña y activa como Sophie? ¿Y su trabajo en el museo? Era imposible.
Colgó el teléfono con la mano temblorosa y, casi por instinto, marcó el número de Adriano. Él contestó al segundo tono, como siempre lo hacía ahora.
—Charlotte? ¿Pasa algo? —su voz, llena de alerta inmediata, fue un bálsamo para sus nervios.
—Es el médico —dijo ella, con la voz quebrada—. Dice que… reposo absoluto. O me quedo en la cama, o me ingresan. No hubo un momento de duda.
—Voy para allá. Ahora. No te muev