Charlotte recorría nerviosa el salón de su casa en Brooklyn. Adriano Rinaldi estaba a punto de llegar para conocer a Sophie. Había limpiado, pulido y vestido a la niña con su mejor pijama. Todo estaba listo, pero su corazón no dejaba de martillear.El timbre sonó. Al abrir la puerta, lo encontró allí, tan imponente como en la reunión, pero con un osito de peluche rosa en brazos y una expresión ligeramente más relajada.—Buenas noches, señor Rinaldi.—Por favor, Adriano —insistió él, cruzando el umbral.Mientras colgaba su abrigo, él observó la casa con admiración genuina. —Es un hogar precioso, Charlotte. — Elogios. No los esperaba.—Gracias. — Se dirigió al cuarto de estar. —Bueno, ella es Sophie. Tu hija.Adriano se detuvo en seco al ver a la niña. El poderoso CEO desapareció, dejando en su lugar a un hombre conmocionado, con los ojos fijos en la pequeña que jugaba en su manta. No se movió.Decidida a ayudarle, Charlotte tomó a Sophie en brazos. —Mira quién ha venido, cariño.Sop
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