El eco de los aplausos aún resonaba en el salón cuando Serena dio un paso al frente. Su mirada se cruzó con la de Ekaterina Morozova, la hermana de Mikhail. Por un instante ambas se observaron en silencio, y luego Ekaterina abrió los brazos con una sonrisa amplia y luminosa.
—¡Serena! —exclamó con entusiasmo, olvidando toda formalidad.
Serena corrió hacia ella, y el abrazo que compartieron fue tan fuerte que parecía capaz de borrar los años y la distancia.
—Estoy tan emocionada de volver a verte —dijo Ekaterina con voz cálida, casi maternal—. ¡Ven! Tengo que presentarte a tus sobrinos políticos.
Serena rió con suavidad mientras Ekaterina señalaba a Nikolai e Irina, que jugaban a esconderse detrás de las piernas de Dimitri, su padre.
—Mira esos traviesos… —rió Serena, inclinándose para saludar a los mellizos—. Tienen tu cabello.
—Y mi carácter —añadió Ekaterina, provocando risas de todos a su alrededor—. Pero antes… saluda a mi hermano. Está que se muere de los nervios.
Serena giró y v