El pitido metálico resonaba por todo el búnker, cortando el aire con una urgencia que ponía los nervios de punta. Las luces parpadearon un par de veces antes de estabilizarse. Dante, apoyado en la mesa, intentaba mantenerse erguido, mientras Iván y Mikko intercambiaban miradas tensas.
Serena se movió hacia el panel principal de control. Con unos toques rápidos, desplegó una imagen en blanco y negro: figuras desplazándose por el bosque, armadas, con pasos medidos.
—No son animales —dijo con voz grave—. Ni merodeadores comunes.
Mikko frunció el ceño.
—¿Cómo nos encontraron? Este lugar es invisible para cualquier satélite.
Serena amplió la imagen y señaló un punto en la pantalla.
—Huella térmica y seguimiento terrestre. No sabían dónde estábamos, pero sí siguieron el rastro de la caravana hasta la zona. Desde aquí, buscan a pie.
Iván habló sin apartar la vista de las figuras.
—¿Crees que saben exactamente dónde está el búnker?
—No todavía —respondió Serena—. Pero si colocan marcadores o