La tarde cayó lenta, y el búnker comenzó a vibrar con una energía distinta. Iván había regresado con noticias claras: los hombres leales a su padre aceptarían reunirse con Serena. Aun así, el ambiente estaba cargado de expectación, como si todos contuvieran la respiración.
Serena se encontraba de pie junto a la mesa central, su mano descansando sobre el borde metálico, los dedos tamborileando con nerviosismo. Había soñado con este momento muchas veces, pero ahora que era real, la ansiedad la consumía.
Dante permanecía a su lado, serio, como una sombra protectora. Sus ojos oscuros se mantenían fijos en la entrada, evaluando cada sonido. No confiaba en nadie, y aunque Iván aseguraba que los hombres eran fieles al legado de Alexander —el padre de Serena—, él sabía que la traición podía esconderse en los rostros más familiares.
El sonido metálico de la puerta resonó en el silencio. Mikko fue el primero en abrirla, y tres figuras ingresaron al búnker. Caminaban con paso firme, aunque caute