El silencio antes de la verdad
Había pasado una semana desde que Alejandro e Irma llegaron a su destino. La ciudad era diferente: más tranquila, alejada del bullicio habitual que dominaba la vida de ambos. Pero ni el cambio de aires ni la calma del lugar lograban apaciguar la tormenta interna que ambos cargaban desde que se bajaron del avión.
Esa mañana, el hospital se sentía más frío de lo habitual. La luz blanca de los pasillos brillaba con una intensidad molesta. El silencio era espeso. El olor a desinfectante impregnaba el aire, pero había otro aroma aún más fuerte: el del miedo. Ese miedo sutil, que no hace ruido, que se sienta al lado tuyo y no te suelta.
Irma estaba sentada en la camilla, con una bata hospitalaria que le dejaba la espalda al descubierto. El algodón áspero le raspaba la piel, pero eso era lo de menos. Su mente estaba muy lejos de aquel lugar. Tenía los ojos clavados en el suelo, y aunque Alejandro le hablaba de vez en cuando, parecía no escucharlo. Había cambiad