La Caída de Carlos
El sonido de los grilletes al cerrarse sobre las muñecas de Alejandro resonó como un trueno en los pasillos del hospital. Carlos sintió que el mundo se derrumbaba ante sus ojos mientras veía a su hijo ser escoltado por los oficiales. Su pecho se oprimía con una angustia indescriptible, pero intentó mantenerse firme.
Andrés, a su lado, se mostraba atónito, con los puños cerrados y la respiración entrecortada.
—¿Estás bien, tío? —preguntó con evidente preocupación, notando la palidez en el rostro de Carlos.
—Solo me duele un poco… —susurró el hombre, llevándose una mano al pecho con una expresión de sufrimiento.
Ambos observaron cómo Alejandro era conducido hacia la salida, escoltado por los oficiales. La mirada de su hijo reflejaba ira y desesperación, pero también una promesa de luchar hasta el último momento por su inocencia.
—Vamos, tenemos que estar con Alejandro —dijo Carlos con voz temblorosa, tratando de dar un paso adelante.
Sin embargo, el dolor se vol