La música suave del salón resonaba en las paredes del lujoso lugar mientras los invitados charlaban animadamente, ajenos a la tensión que comenzaba a formarse en la atmósfera. Andrés y Ricardo llegaron puntuales, vestidos con trajes oscuros y porte firme. Cruzaron el salón con determinación, sus miradas buscando entre la multitud.
Fue Ricardo quien lo divisó primero, de pie cerca de una mesa con copa en mano y una expresión que no lograba disimular su concentración. Alejandro alzó la mirada y los vio acercarse, y en ese momento supo que todo estaba en marcha.
—Ahí está —murmuró Ricardo—. Vamos.
Ambos llegaron hasta él con una sonrisa apenas marcada. Alejandro los saludó con un apretón de manos y una leve inclinación de cabeza. Margaret, al ver la llegada de Andrés y Ricardo, sintió una punzada de incomodidad. Su rostro cambió apenas por un segundo, pero fue suficiente para que Alejandro lo notara.
—No sabía que Andrés y Ricardo vendrían a esta reunión —dijo Margaret, entre sorprendida