La Sombra de la Sospecha
Carlos caminaba por los pasillos del hospital con el ceño fruncido y el corazón latiéndole con fuerza. Las luces blancas iluminaban el corredor con un resplandor frío y aséptico. A cada paso, su preocupación aumentaba. Finalmente, divisó a Alejandro, sentado en una de las sillas de la sala de espera, con los codos apoyados en las rodillas y la mirada perdida en el suelo.
—¡Alejandro!— su voz resonó en el pasillo.
Alejandro levantó la mirada y, al ver a su padre, se puso de pie. Ambos se abrazaron con fuerza, un gesto silencioso que transmitía alivio y apoyo mutuo.
—Gracias por venir, papá— murmuró Alejandro.
—Sabes que cuentas con mi apoyo, hijo— respondió Carlos, dándole una palmada en la espalda antes de separarse—. ¿Qué dicen los médicos?
Alejandro pasó una mano por su rostro, exhalando pesadamente.
—Nada, papá. Dicen que solo queda esperar a que Camila se recupere, pero... ¡aún no despierta!
Carlos apoyó una mano en su hombro con gesto tranquilizador.
—No