La noche había caído suavemente sobre la ciudad. El silencio reinaba en la habitación, apenas interrumpido por el sonido del agua corriendo en la ducha. Sandra caminaba de un lado a otro, inquieta, con las manos entrelazadas sobre el vientre aún plano, pero que guardaba el mayor secreto de su vida. Su corazón latía con fuerza; una mezcla de nerviosismo y emoción le recorría el cuerpo. No sabía cómo decírselo. No sabía cómo Andrés iba a reaccionar.
—¿Y si no se alegra? —susurró para sí misma mientras miraba la prueba de embarazo sobre la mesita de noche.
El vapor comenzó a salir del baño cuando Andrés terminó de ducharse. A los pocos segundos, apareció en la puerta del baño, con una pijama de algodón gris oscuro, el cabello húmedo y una expresión tranquila.
—¿Qué sucede, Sandra? —preguntó al notar su inquietud—. Te noto tensa, como si te preocupara algo.
Sandra lo miró sin saber cómo empezar. Sus ojos brillaban con un toque de incertidumbre. Andrés se acercó con naturalidad, la rodeó c