Las luces cálidas del salón de eventos continuaban iluminando a los invitados, que seguían disfrutando de la velada sin imaginar la tormenta que estaba a punto de desatarse en una oficina cercana.
Álvaro caminó con paso firme hacia la zona donde Alejandro, Andrés y Ricardo conversaban en la barra, encontrando una cordialidad que le salía con naturalidad.
—Buenas noches —dijo con voz firme y una sonrisa controlada—. Espero que estén disfrutando del ambiente.
Ricardo asintió brevemente, con desconfianza oculta tras una expresión neutra. Andrés se limitó a asentir también, aunque sus ojos no dejaban de observar cada movimiento de Álvaro.
Alejandro, sin disimular su incomodidad, se levantó lentamente de su asiento. Su mirada se clavó en los ojos de Álvaro con una mezcla de desafío y expectativa.
—Y bien —dijo con tono seco—. ¿Qué es eso tan importante que tienes para mostrarme esta noche?
Álvaro alarmante, como si aquella pregunta fuera parte del juego que él mismo había inventado.
—Vayam