La máscara se cierra

Al día siguiente, Adrien se encontraba de nuevo en el cementerio, Donson le había aconsejado asistir al sepelio de Alizze, después de todo se suponía que era la mujer que él amaba.

Mantenía la mirada fija sobre el féretro que ya bajaba a la tierra, no sentía tristeza, solo un nudo en el estómago que subía y bajaba como bilis.

Cambiaron la escena del departamento para que pareciera que un loco había irrumpido ahí, la historia oficial era que Francesco había ido a visitar a Alizze para entregarle una carta de Adrien, y que el chivo expiatorio los había matado a los dos, una mentira bien armada por Donson y su equipo.

La madre de Alizze era una mujer extremadamente delgada, tenía el pelo teñido de rubio, y los ojos hinchados por el llanto, se acercó a él casi arrastrando los pies. 

Adrien, mi niña te amaba tanto, siempre hablaba de ti, de lo feliz que estaba de tenertedijo, con la voz quebrada, sin que él lo esperara, lo abrazó fuertemente.

Adrien se quedó inmóvil, al contacto con la mujer sintió unas terribles náuseas, tuvo que apretar los dientes para no escupirle en la cara, esa mujer sabía, estaba seguro, sabía que Alizze se acostaba con Francesco, que se había vendido por poder o dinero o lo que fuera que el viejo le ofrecía, pero no dijo nada, se tragó la rabia, solo asintió en respuesta, dejando que ella se apartara sollozando.

Cuando el sepelio terminó, Adrien caminó de prisa hacia el coche que lo esperaba, evitando despedirse, subió al Bentley negro de vidrios oscuros, Donson ya estaba adentro, fumando un cigarrillo con la ventana entreabierta, subió y cerró la puerta de un fuerte golpe.

Quiero a esa familia en la m****a, a la madre, a los hermanos, a todos, que no les quede nada— ordenó Adrien, mirando al frente mientras el motor arrancaba. 

Donson dio una calada larga antes de contestar.

Eso está hecho, les cortaremos el negocio de ropa que tienen, les meteremos deudas hasta el cuello, en un mes no tendrán ni para comida.

Biendijo Adrien, con voz fría, aunque por dentro temblaba, no de miedo, sino de una furia que no sabía cómo soltar, había matado a su padre y a la mujer que amaba en una noche, y ahora tenía que fingir que todo estaba bien delante de un montón de idiotas que lloraban.

Donson tiró el cigarrillo por la ventana y se giró hacia él. 

Tenemos problemas más grandes que eso, jefe, los Volkov están oliendo la sangre derramada, dicen que Francesco dejó el territorio débil, y ya están metiendo sus narices en Marsella.

¿Qué tan serio es? preguntó Adrien, apretando el puño contra el asiento, solo eso faltaba, que los Volkov estuvieran jodiendo.

—Muy serio, ayer intentaron tomar uno de nuestros almacenes en el puerto, perdimos tres hombres y un cargamento que valía dos millones, si no hacemos algo rápido, los corsos y los demás van a empezar a dudar de ti— el tono de Donson era frío.

Adrien lo miró fijamente, sabía perfectamente qué hacer en esos casos, para eso había sido entrenado desde pequeño.

Entonces llamamos a La Table, hoy mismo.

Donson asintió, sacando el teléfono del bolsillo. 

Estás loco, pero tienes los cojones bien puestos, y eso te va a salvar.

El encuentro con La Table fue en un sótano debajo de un bar en el centro de Marsella, la habitación era grande, había una mesa redonda en el medio, rodeada de sillas de madera, Adrien entró primero, con la máscara de Le Loup Noir guardada en una bolsa que llevaba Donson, no la iba a usar todavía, no con estos hombres, ellos tenían que verlo como Adrien Morel, el hijo de Francesco, el nuevo jefe supremo.

Los capitanes ya estaban sentados: eran cinco hombres de aspecto duro, estaba Pierre, un corso flaco con el pelo encanecido y una cicatriz en el cuello, que manejaba Córcega y parte del puerto de Marsella. 

Luego venía Marcel, un gordo con barba que controlaba París y sus burdeles de lujo, Louis, era joven pero con ojos de loco, se encargaba de Lyon y las rutas de armas, después estaba Claude, un tipo callado que dirigía Burdeos y el contrabando de mercancías robadas, y por último, René, un marsellés que tenía manos grandes, vigilaba las calles locales y los estupefacientes.

Donson se quedó de pie detrás de Adrien, con los brazos cruzados, los capitanes lo miraron cuando entró, algunos con curiosidad, otros con desconfianza.

¿Qué carajo hacemos aquí? Tu padre apenas está frío, y ya nos tienes corriendo como perros— dijo Pierre el corso, mientras encendía un puro.

Adrien se sentó en la silla del jefe, la que Francesco siempre ocupaba, y puso las manos sobre la mesa.

Estamos aquí porque los Volkov creen que pueden meterse en mi territorio, y porque algunos de ustedes parecen pensar que soy un niño jugando a ser hombre.

Marcel soltó una risita, pero no dijo nada, Louis lo miró con una sonrisa torcida. 

¿Y qué vas a hacer al respecto, pequeño Morel? ¿Llorar para que te consuele mami?

Adrien no se movió, pero sintió que la rabia le subía por el pecho. 

Voy a cortarles la cabeza, y si alguno de ustedes no está conmigo, le cortaré la suya también— dijo en un tono de lo más tranquilo.

Un silencio momentáneo se instaló en el sótano, Pierre dio una calada al puro y lo miró fijamente.

Grandes palabras, pero sabemos que los Volkov no son unos cualquiera, tienen hombres, armas, y ganas de jodernos.

Por eso vamos a movernos ya, Donson, habla— ordenó Adrien.

Donson dio un paso adelante. 

Sabemos que los Volkov tienen un cargamento grande que llegará mañana al puerto, directo desde Turquía, si lo tomamos, les damos un golpe que no olvidaran, y de paso, llenaremos nuestras arcas.

¿Y cómo lo hacemos sin que nos revienten?preguntó Claude, el de Burdeos,alzando una ceja y hablando por primera vez.

Con sangre, Pierre, tus corsos van al frente, conocen el puerto como nadie, Marcel, traes a tus chicos de París para cubrir las salidas, Louis, tú y tus locos de Lyon se encargan de las armas. Claude, tú vigilas desde Burdeos por si intentan escapar por ahí, René, tú pones a los soldados de Marsella en las calles para que no quede ni un ruso vivoAdrien se levantó de la silla mientras ordenaba.

Pierre lo miró con los ojos entrecerrados. 

Eso suena a guerra, Morel, ¿Estás seguro de que puedes manejarla?

Adrien se acercó a él, tanto que pudo respirar el tabaco en su aliento. 

Mi padre está muerto porque no vio venir lo que tenía enfrente, yo no cometeré ese error. ¿Estás conmigo o no?

Pierre se quedó callado un segundo, luego asintió. 

Estoy contigo, pero si esto sale mal, no esperes que te sacaré del fuego.

No lo espero, si alguien falla, lo mato yo mismo, eso va por todos— dijo Adrien volviendo a su silla.

Marcel cruzó los brazos, con una sonrisa.

Me gusta el chico, al parecer tiene más valor que Francesco.

No soy un chico, soy el jefe, y a partir de hoy Le Loup Noir manda en esta mesa, nadie ve mi cara, nadie sabe quién soy fuera de aquí, si alguien habla, lo despellejo vivo.

Los capitanes se miraron entre ellos, pero nadie dijo nada, sabían que no era una amenaza vacía, Francesco había sido extremadamente duro, pero Adrien tenía algo más: una furia que parecía salirle por los poros.

¿Cuándo empezamos?preguntó René, golpeando la mesa con los nudillos.

Esta noche, nos moveremos en la oscuridad, los Volkov no sabrán qué los golpeó.

Esa noche, en el puerto de Marsella, Adrien estaba en un techo con vista al muelle, la máscara de Le Loup Noir le cubría la cara, con el arma en su cintura, se mantenía alerta, abajo, los corsos de Pierre se arrastraban entre las cajas, silenciosos como gatos, los hombres de Marcel bloqueaban las calles, y los locos de Louis esperaban con rifles listos.

¿Estás seguro de esto?— dijo Donson, a su lado, mientras miraba por unos binoculares.

Seguro, los Volkov quieren mi cabeza, y yo quiero la suya primero— respondió con voz baja.

El cargamento llegó en un pequeño barco, llevaba las luces apagadas, los rusos bajaron rápido, descargando bolsas negras llenas, Adrien dio la señal con un silbido corto, entonces el infierno se desató.

Los corsos atacaron primero, cortando las gargantas con sus navajas antes de que los Volkov pudieran gritar, los disparos vinieron después, aquello fue un caos de balas y sangre, Adrien bajó del techo con Donson detrás, metiéndose en la pelea, apuntó a un ruso enorme con tatuajes en el cuello y le metió dos tiros en el pecho, el hombre cayó como costal de papas, y Adrien siguió adelante, disparando a todo lo que se movía.

¡A la izquierda!gritó Donson, y Adrien giró justo a tiempo para ver a un Volkov levantando un rifle, le disparó en la cara, y el tipo se desplomó con un agujero donde antes estaba la nariz.

En veinte minutos, el muelle estaba lleno de cuerpos y el cargamento era suyo, los hombres de René llegaron con camiones para llevárselo todo, y Adrien se quedó mirando el desastre, con la respiración pesada bajo la máscara.

Esto es solo el principio, los Volkov van a venir por ti con todo— dijo Donson, limpiándose sangre de la mano.

Que vengan, voy a hacer que me teman— contestó Adrien.

Subió al coche con Donson, alejándose del puerto, pero mientras el Bentley se perdía en las calles, un hombre salió de entre las sombras del muelle, era alto, tenía el pelo rubio corto y una cicatriz en la mejilla, sin duda era un Volkov, miró los cuerpos de sus hombres, sacó un teléfono y marcó un número.

Le Loup Noir nos robó todo, ¿Qué hacemos?

La voz al otro lado respondió, fría y tranquila. 

Lo mataremos, pero primero, lo haremos sufrir.

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