Yo soy el jefe: El imperio del lobo negro
Yo soy el jefe: El imperio del lobo negro
Por: Lea Faes
El lobo despierta

Adrien Morel bajó del barco en el puerto de Marsella, se sentía profundamente cansado debido al largo viaje, tenía 27 años, llevaba cuatro años en Albania, entrenando bajo las órdenes de Donson, un tipo duro que lo había moldeado a golpes para que un día tomará el lugar de su padre, Francesco, el gran jefe supremo de la mafia francesa. 

Fueron cuatro años de peleas clandestinas, de aprender a disparar con los ojos vendados, de dormir en el suelo frío, todo para volver como todo un hombre, como decía Francesco.

Pero ahora estaba en casa, y lo único que quería era ver a Alizze, la mujer que amaba, ella era su refugio, una chica de ojos grandes y risa inolvidable que lo estaba esperando para casarse.

Llevaba meses sin hablarle, porque Donson no permitía teléfonos, pero en su bolsillo tenía la llave de su departamento, un lugar cerca del centro, quería sorprenderla, meterse en su cama y olvidar el infierno de Albania por una noche.

Subió las escaleras del edificio, no pensaba perder tiempo esperando que el elevador bajará, el corazón le latía de prisa, no por los nervios, sino por las ganas, abrió la puerta con cuidado, sin hacer ruido, quería sorprenderla, Donson se quedó afuera.

La imaginó saltando a sus brazos, pero algo no estaba bien, escuchó sonidos raros, gemidos que venían de la recámara, frunció el ceño, dejó la mochila que llevaba en el suelo y caminó despacio, mientras su instinto le gritaba que se preparara.

"¿Alizze?" dijo en un susurró, casi para sí mismo, mientras empujaba la puerta entreabierta.

Lo que vio lo paralizó por completo, Alizze estaba ahí, desnuda, montada encima de alguien, moviéndose rítmicamente, el hombre debajo de ella gruñía.

Lo reconoció de inmediato, ese hombre era Francesco, su padre, quien tenía el pelo gris pegado a la frente por el sudor y las manos agarrando las caderas de Alizze como si fuera suya, los dos estaban tan metidos en lo suyo que ni lo oyeron entrar.

Adrien sintió que el suelo se abría, el corazón se le detuvo por un segundo, fue como si explotara en un latido que le retumbó en los oídos, aquello no era solo una traición, era como si le clavaran un cuchillo en medio del pecho.

Alizze, la mujer que amaba, la que le había prometido esperarlo, estaba ahí con su padre, y Francesco, el hombre que lo había golpeado y castigado cruelmente desde niño, que le decía que el amor era para débiles, se la estaba robando.

¡Qué m****a es esto!gritó, acercándose.

Alizze se giró rápido al escucharlo, reconociendolo de inmediato, abriendo los ojos enormemente con terror.

¡Adrien!Gritó, mientras caía al suelo en un intento torpe de cubrir su desnudez, Francesco levantó la cabeza, con la cara enrojecida y una mueca de sorpresa que se volvió desprecio en medio segundo al ver a su hijo.

¿Qué haces aquí, mocoso? Pensé que continuabas jugando a ser hombre en Albaniadijo Francesco, sentándose en la cama de lo más tranquilo.

Adrien no respondió, sentía que la rabia le quemaba las venas, sin pensarlo, y sin que Francesco lo esperara, sacó el arma que llevaba en la cintura, una Beretta que Donson le había dado antes de subir al barco, su mano temblaba, pero no era de miedo, sino de furia.

¡Adrien, no! ¡Por favor, déjame explicar!Gritó Alizze, arrastrándose hacia él con las manos en el pecho. 

¿Explicar qué? Que te estás revolcando con él, con mi padreescupió, mirándola como si no fuera más que un insecto. 

Francesco se rió, fue una carcajada que le revolvió el estómago a Adrien. 

Creías que esta cualquiera te iba a esperar, ¿Verdad? Eres un idiota, no cambias, eres él mismo de siempre.

Esas palabras fueron un error muy grave de parte de Francesco, Adrien levantó el arma y disparó, el tiro le dio a Francesco en la frente, el impacto lo mandó de vuelta a la cama con los ojos abiertos y la boca torcida. 

La sangre salpicó las sábanas, y Alizze empezó a gritar como loca, sus alaridos se escucharon por todo el departamento.

¡No, no, no! ¡Qué hiciste, Adrien!Chilló, gateando hacia Francesco, se arrodilló sobre la cama, tocándole la cara como si así pudiera traerlo de vuelta.

Él la miró, estaba pálido, el corazón le latía tan fuerte que le dolía el pecho, no sentía culpa, sólo un inmenso vacío y una oscura satisfacción, antes de que pudiera decir algo, la puerta del departamento se abrió de golpe, Donson entró corriendo, con un arma en la mano.

¡Maldita sea, Adrien! ¿Qué demonios hiciste, carajo?Gruñó Donson, mirando el desastre. 

Lo que tuve que hacerdijo Adrien, con voz ronca, inconscientemente seguía apuntando a Alizze, que lloraba, desnuda y temblando.

Donson se acercó rápido y le quitó el arma de las manos. 

Estás loco, pero no hay vuelta atrásmiró a Alizze con desprecio, la chica seguía gritando, sin dudar un segundo, sacó su arma y le colocó el silenciador rápidamente. Cállatedijo, y le metió un tiro en la frente,  el cuerpo de Alizze cayó sobre Francesco.

Adrien dio un paso atrás, sentía el cuerpo helado, al observar como se le había escapado la vida a la mujer que tanto había amado.

Donson, ¿qué…?

No hay tiempo para lloriqueos, si alguien se entera de esto, estás muerto, tu padre era el jefe, y las familias te arrancarían la cabeza por lo que has hecholo interrumpió Donson, guardándose la pistola. 

¿Y ahora qué?preguntó Adrien, mirando los cuerpos, el shock por lo sucedido empezaba a afectarlo, pero también había una calma rara, era como si hubiera cruzado una línea y ya no pudiera volver.

Donson sacó un teléfono y marcó un número. 

Traigan al equipo de limpieza, yadespués volteó hacia Adrien has cometido la peor estupidez de tu vida, pero vamos a arreglarlo, nadie sabrá que fuiste tú.

Media hora después, el departamento estaba lleno de gente, dos hombres con guantes arrastraron un cuerpo, era un tipo flaco y drogado que no sabía dónde estaba, enseguida lo sentaron en una silla, le pusieron un arma en la mano y le dispararon en la cabeza, era el chivo expiatorio, uno de los limpiadores se acercó a Donson.

Diremos que este idiota mató a Francesco y a la chica, un ajuste de cuentas que salió mal, nadie va a preguntar muchodijo el gordo.

¿Y si lo hacen?preguntó Adrien, con las manos metidas en los bolsillos para que no vieran lo mucho que le temblaban.

No lo harán, a partir de hoy, tú eres el jefe, pero nadie puede saber cómo llegaste ahí. ¿Entiendes?dijo Donson, poniéndole una mano en el hombro.

Adrien asintió, aunque por dentro se sentía en pedazos, el hombre que lo había criado a golpes estaba muerto por su mano, y la mujer que amaba estaba tirada a su lado, no sabía si estaba bien o mal, solo sabía que no había vuelta atrás, estaba hecho.

¿Qué hacemos con mi madre y mi hermana? preguntó, mirando a Donson, hasta ese momento cayó en la cuenta que sufrirían por la muerte de Francesco.

Ellas no sabrán nada, nadie sabrá nada, esto quedará entre nosotroscontestó Donson.

Días después, el sepelio de Francesco llenó la iglesia de Marsella con importantes hombres vestidos en elegantes trajes negros y mujeres llorando, Celeste, la madre de Adrien, estaba destrozada, agarrada al féretro, temblando. 

Suzanne, su hermana siete años menor, sollozaba abrazada a ella, tenía el pelo rubio alborotado, y el rostro bañado en lágrimas, Adrien permanecía al fondo, de pie, con un gesto inexpresivo por completo, todos decían que era debido al dolor, que el hijo del jefe estaba destrozado por dentro, nadie imaginaba que él había apretado el gatillo.

Era un gran hombre, tú tienes que seguir su legado, muchacho— dijo un viejo, dándole una palmada en el hombro a Adrien. 

respondió Adrien, por dentro, sentía un nudo apretado en la garganta, era una mezcla de rabia y algo que reconocía como poder, por primera vez, el miedo que Francesco le había metido hasta en los huesos estaba muerto.

Donson se acercó después.

Ya está hecho, el chivo está enterrado, y la historia está comprada, ahora eres el jefe, pero hay reglas— dijo en tono muy bajo para que nadie más lo escuchara.

¿Cuáles?preguntó Adrien, mirándolo fijamente, sabía que acostumbrarse a ser el jefe y todo lo que eso implicaba no sería fácil.

Nadie sabrá quién eres realmente, por el día, seguirás siendo Adrien Morel, el hijo del gran Francesco, pero por la noche, serás otra cosa,  Le Loup Noir, nadie verá tu cara, nadie sabrá que eres tú, solo los miembros de las familias más allegadas, y sabes que son tan leales que cuidarán el secreto con su propia vida— dijo Donson.

Adrien lo miró fijamente, el corazón le latía fuertemente.

Le Loup Noirrepitió las palabras, le gustaban, sonaban a sangre, a miedo, a todo lo que sería desde ahora.

Así esdijo Donson, y desde hoy, tomas el control, los Volkov ya están oliendo la muerte de tu padre, sabes que si no los paras rápido, vendrán por ti.

Que vengan, voy a hacer que me teman más que a él— contestó Adrien, con un brillo en los ojos que no tenía antes.

Esa noche, en su cuarto, Adrien se miró al espejo, su cara lucía pálida, sus ojos azules parecían tan duros como el vidrio, ya no era el chico que se había ido a Albania, ahora era otra cosa, algo que Francesco nunca pudo ser. 

Sacó la máscara de piel negra que Donson le había dado, era una cosa tan simple, ligera, pero qué pesaba en sus manos, se la puso y sintió enseguida el cambio, ya no era solo Adrien, ahora era el lobo negro, y les enseñaría a temerle.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
capítulo anteriorcapítulo siguiente
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP