Wallis Simpson fue la mujer más importante del siglo XX nacida en EEUU. era de familia humilde y conoció al que sería rey de Inglaterra, y por azares del destino se irá convirtiendo para él en imptrescindible... Un rey abandonará el trono por amor y una pareja perseguida se unirá aún más...
Leer másCAPITULO I
EL TORMENTO DE UNA REINA
12 de Febrero de 1997
El cielo plomizo de Londres amenazaba lluvia y el palacio de Buckingham, envuelto en una niebla gris, semejaba perderse en el aire, ocultando su silueta tras una cortina húmeda. La reina Elizabeth II tomaba el té con la reina madre y su regio esposo el duque de Edimburgo. El vaho de los cristales, como fantasmal anuncio de desgracias aun no concebidas, evidenciaba el contraste de temperaturas entre el exterior y el salón en que se encontraban, acompañados de dos miembros del servicio secreto, del MI5 y el MI6 respectivamente. El premier del Reino Unido de Gran Bretaña, Anthony Charles Lynton, con rostro circunspecto, fruncía el ceño ante las palabras duras y el gesto hosco de Su Majestad Británica, que miraba en torno suyo demandando atención inmediata a una preocupante situación. Sustentaba una certera visión del presente y realizaba un lúcido análisis del pasado mientras escuchaba.
Las tazas de porcelana Royal Albert, con sus flores rojas en pequeños ramilletes adornándolas, dejaban escapar el aroma del Earl Grey, el té preferido de la reina. Esta se llevaba el borde de una de ellas a los labios, para apenas tocarlo, y dejarla abandonada en la mesa. De nuevo llegaba la pesadilla, agazapada entre las juntas de las frías piedras, aguardándole en las tinieblas zarandeadas por el fragor invisible de la batalla en ciernes. Se envara y con voz firme, que más recuerda a otros tiempos en que los reyes ingleses gobernaban, además de reinar, se dirige al primus inter pares del reino,
-Estamos caminando por la cuerda floja, tal y como la reina Mary hubo de hacer hace años, cuando otra mujer atrevida, instrumento de una potencia extranjera, colocó a la Corona en una situación similar.-La reina madre se muerde los labios y cierra las manos, clavándose las uñas en la carne, al rememorar los acontecimientos a que hace referencia la reina actual.- Su Alteza real el príncipe Charles, se halla en una encrucijada al tener junto a sí, a una mujer que se ha vuelto indeseable para la monarquía, y haber de ocuparse en sus obligaciones. Ante tales escándalos resulta imposible al pueblo, el poder aceptarlo como heredero legítimo y sucesor…ya se habla de que su hijo William ocupe su lugar en la sucesión dinástica. La reina cuestionaba las certidumbres sociales, en pro de una imagen que desaparecía por momentos a sus ojos, la de una familia unida sin fisuras, y de una conducta intachable. Las incómodas querellas familiares, surgían como emergiendo de un caldo de cultivo, que presagiaba el fin de una era.
-Si Su Majestad me permite decirlo,-toma la palabra el premier británico, que con arrobo estúpido acertaba hablar,-debemos ser cautos y concederle algún tiempo a su alteza, para restaurar la posición de su persona y la de la Corona por ende. La princesa Diana de Gales deberá reunirse con él, a fin de tratar las cláusulas que nos permitirán controlar la desagradable situación que se está produciendo actualmente. Sus hijos, los nietos de Su Majestad, serán el instrumento de control que se precisa, para mantenerla alejada de declaraciones a los periodistas de la prensa amarilla y de escándalos que la alejarían de ellos.
-Aun tiemblo cuando recuerdo los hechos que desembocaron en la abdicación de David. (Eduardo VIII)-se decide a hablar la reina madre con voz entrecortada, como si el miedo aun anidase en su cerebro, desde que los hechos sucediesen tal y como ella mantenía nítidamente en él.-la Corona se estremeció, cuando un rey inglés abdicó, abandonando sus deberes reales por causa de una mujer, que ni tan siquiera era británica…
Tony Blair, que se sentía encandilado ante estas sesiones de palabras y personajes olvidados temporalmente, escuchaba con atención, echándose hacia adelante y juntando las cejas concentrado en las palabras de la reina madre, que pasaba a relatar su experiencia con aquella mujer, que hizo temblar los cimientos de la monarquía inglesa. Wallis Warfield Simpson.
-En todo caso resulta imposible continuar con la situación actual y deberíamos hacer algo, tomar medidas contundentes…ya hemos sufrido un divorcio, y estamos cada día en los titulares de la prensa sensacionalista, creo que es más que suficiente para esta familia.-Mira la reina a los miembros de los servicios secretos, que callan y asienten por toda respuesta-.Es mi deseo que el conde Spencer, Lord Althorp, se persone ante mí para tener unas palabras al respecto. Deberemos ser firmes en este caso, que levanta tanta alarma social, y que perjudica tan grandemente a la Corona,-mira a su marido, casi suplicando su intervención, sabedora como es de su ascendiente sobre la ex princesa de Gales, que se desentiende.
No pronunciará más palabras la reina, atrás quedan ya las insidias pronunciadas, y desciende al mundo concreto, desechando las pesadillas de otras eras, que se levanta siendo imitada, tal y como exige el protocolo real, para quedarse mirando, a través de los empañados cristales al exterior del frío palacio. Tuvo la impresión de estar tocando el frío cadáver de una mujer, que reinaba en su lugar, a través de los tiempos y el espacio que separaba a ambas. La reunión se da por concluida.
La lluvia cae con fuerza lavando las aceras de Londres y envuelve el palacio con sus lágrimas, casi elevándolo en el aire como si de un delicado juguete se tratase. Impertérritos, los guardias reales quedan en pie ante las puertas, bajo la protección de las garitas, atentos a lo que en el exterior sucede. La luz tenía un color lechoso y producía la sensación de que de un instante a otro, unos ojos salidos de la negrura, se apoderarían de la voluntad de los vivos, instaurando un régimen nuevo, en el lugar del existente, que latía como agonizante ante los que miraban más allá de la realidad patente.
La reina madre camina pesadamente y rememora en su cerebro, los momentos vividos, cuando un rey abandonó la Corona, supuestamente por un amor prohibido…si ellos supiesen lo que ocurrió en realidad, en aquellos turbulentos tiempos…eso sí que haría tambalearse los cimientos de la monarquía en Inglaterra, y no las fútiles razones de su hija la reina, que cree sufrir en exceso.
El Reino Unido se convulsiona al conocer los escabrosos detalles del accidente en que ha fallecido la ex princesa de Gales en el puente del alma en París. Unas horas antes, ella y “Dodi”, salían del hotel Ritz felices y dispuestos a escabullirse de los paparazzis. La prensa se hace cargo de la fatal noticia y son millones de periódicos los que caen en manos del gran público, que llora su muerte y deposita flores ante el palacio de Buckingham, obstruyendo la entrada conformando una pirámide de dolor.
Las imágenes darán la vuelta al mundo en cuestión de minutos y la gran incógnita que planeará para siempre sobre la testa Coronada de la reina de Inglaterra, será, si en realidad fue un accidente, o si por el contrario los servicios secretos habrían hecho su trabajo, librando a la Corona de un peligro inminente, que podría haber demolido la monarquía, tan arraigada por centurias en el Reino Unido.
No hizo falta que nadie sacase a la palestra a otra mujer que puso en jaque a la Corona, por muchos años, arrastrando tras de sí a todo un rey inglés.
FRENTE A FRENTEQuedaron frente a frente como salidos de una novela fantasmagórica, en la que los personajes estaban dispuestos a sacrificarse por unos ideales inexistentes que tuvieran en un tiempo, y se desvaneciesen como azucarillos en café ardiente. Los reyes les ayudarían si se apartan, pero sin que esto supusiera un acercamiento a quienes se hallasenn apestados por la ideología nazi, y estos se veían abocados a partir con rumbo incierto. Un vehículo llegaba levantando polvo entre la arboleda que flanqueaba la carretera y solo eso se veía de él. Se habían acostumbrado a saber que, un auto llegaba cuando el polvo formaba nubes, que ocultaban el sol y sumergían a los centenarios árboles en una densa polvareda. El Citroën aparcaba pegado a la acera y de él descendía como ángel de la muerte, un oficial nazi acompañado de Nicolás Franco, era la última intentona para lograr recuperar al duque y llevarlo a territorio español, concluyendo un largo periplo que había desembocado en una cri
CAPÍTULO 40HUIDA HACIA NINGUNA PARTELos alemanes les perseguían y loa aliados les protegían, como si una mano poderosa y decidida tomase las riendas de sus vidas, controlando sus designios a modo de oráculo de los dioses. Entre los que esperaban en Lisboa a Wallis en particular, un espía de la KGB es quién aportaría la seguridad que precisaban ambos a la hora de marchar a uno u otro lugar donde se encontrasen fuera de las maquinaciones de ambos bandos. Kim Philby agente de la KGB, tenía órdenes de asesinar al duque antes de que fauer secuestrado por los alemanes, ya había causado su filiación germana suficiente daño político y militar a los aliados. Pero antes los británicos intentarían sacarlo de Portugal, costase lo que costase. Acomodados en una villa convenientemente alejada de la capital Lisboa, en una localidad de rimbombante nombre, “Boca do Inferno”, Las tertulias se reiniciarían, de modo que la normalidad parecería retornar a sus vidas. Uno de aquellos contertulios era el e
CAPÍTULO 3914 de Septiembre de 1939Palacio de Buckingham Eduardo había regresado a Inglaterra en un avión de la RAF, a instancias de su hermano, que insistía en ello ante sus ministros que habían dejado al albur a tan molesto personaje ya la señora “S” prescindiendo de nombrarla incluso, ignorando de este modo su matrimonio ya de dos años con Eduardo. El rey Jorge VI se reunía con su hermano mayor en un encuentro frío y distante entre ambos, en el que se decidiría a medias, el destino del ex rey. El puesto de Eduardo en la guerra era ampliamente discutido por el rey y su primer ministro, antes de tomar una decisión en firme, y lamentarían llevar a cabo lo que el rey concedía. Eduardo recibiría el nombramiento de general y viajaría con las tropas británicas a Francia, donde podría desarrollar libremente sus actividades a favor del tercer Reich. En una carta enviada a Hitler por mano de Charles Bedaux decía textualmente:-“Estimado señor Hitler”He vuelto hace poco de un viaje por el
EL DUEÑO DE EUROPACAPITULO XVIIEl tren que transportaba la mercancía más preciosa para el tercer Reich serpenteaba como sibilina boa que tragaba los kilómetros con avidez, avanzando a través de la campiña francesa y alemana, con el vehemente deseo de llegar a la ansiada meta en Berlín, por tanto tiempo aplazada. Eduardo de Windsor y Wallis fumaban nerviosos y se miraban a menudo, sin dirigirse la palabra, entendiéndose con la sola mirada, ante unos anfitriones de extraño relieve como eran Charles Eugéne Bedaux y Oswald Mosley. El humo como señal omnipresente dejaba un rastro con olor a carbón y madera quemada que anunciaba las brasas en las que ardería toda Europa, como ofrenda a un dios inmisericorde, capaz de deleitarse tan solo con la idea de la destrucción del viejo orden. Wallis embutida en un abrigo beige, fumaba en su larga boquilla negra un delgado cigarrillo y sus ojos agrandados por el deseo impenitente de conocer a su más admirado icono social y político, le conferían un
Palacio de Buckingham La reina veía como el pueblo va calmándose en sus sentimientos afectados por la repentina muerte de Diana de Gales, la princesa que recorriese el mundo trabajando a favor de diversas obras humanitarias, cobrando la fuerza que para sí anhelaba la monarquía inglesa. La reina Madre Elizabeth, recibía a los joyeros londinenses de mayor importancia, a fin de renovar su guardajoyas. Isabel II tomaba el té en sus aposentos sola y en mitad de esa inmensidad que le producía desasosiego y angustia, meditando sobre cada detalle que se había ido dando como don del cielo, o más bien debería decir del Averno mismo, por el resultado final de este. Sus nietos, que ella temía la odiasen por la relación que los más atrevidos la , imponen a ella en el desgraciado accidente de su madre, eran el consuelo y el dolor que se autocompensaban por igual, en ambos platillos de la balanza familiar. Sonreía displicente y resignada, como lo hace quien ya llevaba demasiada vida a cuestas
CAPITULO XVILA REINA IGNORADAWallis se paseaba nerviosa por el todavía domicilio conyugal, había conversado hacía dos meses largamente con Ernest Simpson, su esposo legal, y este había accedido a declararse culpable de adulterio, lo que le facilitaría el divorcio y quedaría libre para convertirse en reina, a pesar de las oposiciones tenaces de los más recalcitrantes políticos, que conservaban la rancia imagen de la monarquía, que fuera de contexto se desmoronaba como si se derritiese en medio del mar el más grande de los icebergs. Había en aquellos ojos un pozo oscuro y profundo, lleno de nostalgias perdidas, en un ayer cruel y sórdido, que se atrevía a invadir su mente demasiado a menudo. Eduardo combatía en una batalla perdida de antemano para que Wallis fuese aceptada como consorte, que no reina en un matrimonio morganático, es decir que no ostentaría el título de reina, pero podría contraer matrimonio con el rey. Era esta la rendija por la cual, se iban acolar los designios de
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