Natalia Villarreal, nunca esperó convertirse en viuda tan joven, menos esperó que la familia de su marido la echara de su casa y le arrebatara a sus dos hijas. En su intento desesperado por recuperarlas resultó herida y fue abandonada a su suerte. Julián Altamirano, era un hombre que odiaba las injusticias y los abusos, criado en el seno de una familia, donde el respeto y el amor han sido sus mejores maestros. Se ve en una encrucijada cuando se encuentra con Natalia, la viuda de Salvatierra, malherida en uno de los campos de Miramar. Dividido entre su deber de informar a la policía o ayudarla en secreto, la lleva a una de las cabañas de la hacienda, donde le ayuda no solo a sanar sus heridas físicas, sino también las que lleva en el corazón. Natalia solo quería recuperar a sus hijas, jamás imaginó que una tragedia la llevara a tener la oportunidad de volver a amar.
Leer másNatalia sonrió mientras observaba a sus hijas correr por el campo, adoraba estos momentos que podía disfrutar con ellas y con su esposo, quién siempre estaba en el trabajo, corriendo a solucionar los problemas de la hacienda, como si fuera el único que pudiera hacerlo. Natalia apartó esos malos pensamientos de su cabeza y se concentró en el momento, el aquí y el ahora.
—Ven, Natalia, únete a nosotros —gritó Ángel, agachado sobre el pasto, mientras fingía ser un caballo para su hija menor.
—¡Sí, mami, ven con nosotros! —gritó Estela, mientras corría delante de su padre, quien la perseguía con Ángela sobre su espalda.
Natalia se levantó del tronco para unirse a su pequeña familia, sin embargo, los disparos que se escucharon muy cerca del sitio los alertaron.
Ángel bajó a su hija de su espalda y miró a Natalia con preocupación.
—Llévatelas a casa, Natalia, ¡corre! —le urgió al escuchar los cascos de los caballos, golpear contra el suelo, eran varios hombres—. ¡Corre Natalia! —gritó desesperado al escuchar el intercambio de disparos.
Natalia tomó a sus hijas de las manos y corrió tal como su esposo se lo pidió; la mujer sentía que el corazón le latía con prisa, tenía miedo de ser atrapada a medio camino y sin la protección de su esposo.
—Mamá, mamá —gritó Ángela al ver a uno de los bandidos que se acercaban a gran velocidad.
El corazón de Natalia casi se le salió del pecho al ver al hombre apuntar en su dirección, como pudo, haló la mano de sus niñas y corrió en dirección de los arbustos, rogando porque el hombre no las persiguiera.
—¿Dónde está papá, por qué no viene con nosotras? —preguntó Estela, la mayor.
—Shhhh, no hablen, mis niñas, por favor —pidió ella, cubriendo las pequeñas bocas de sus hijas para que no hicieran ruido.
Natalia no supo cuánto tiempo permaneció sentada detrás de los arbustos, solo fue consciente del momento que los disparos cesaron y los cascos de los caballos se fueron alejando.
—Se han marchado —susurró en tono bajo.
Las niñas asintieron.
—Vamos a buscar a papá —dijo Estela.
—Será mejor ir a casa, papá vendrá luego —le dijo, halándolas de la mano y llevándolas a casa, donde esperó inútilmente la llegada de Ángel.
Natalia miró por la ventana un par de veces, atendió a sus hijas y las metió a la cama, mientras seguía esperando, pero no fue Ángel quién llegó, sino Efraín, su cuñado.
—¿Dónde está Ángel? —preguntó Natalia, apenas abrió la puerta y miró a Efraín.
El hombre le dedicó una mirada de pies a cabeza que incomodó a Natalia, aun así, ella se mantuvo firme.
—Ángel está muerto, los bandidos entraron a robar y lo asesinaron —le dijo sin anestesia, como si a él no le doliera lo que estaba diciendo.
—¿Qué? —preguntó con voz ahogada.
—Ángel está muerto, Natalia, te has quedado viuda —le dijo sin piedad.
Natalia dejó escapar un grito de dolor que desgarró la quietud de la noche, su pecho ardió, la sangre en sus venas se convirtió en fuego y el calor la sofocó por un momento, mientras su cuñado la miraba con desprecio.
—Despierta a las niñas y ven a la casa grande —le avisó.
Natalia ni siquiera supo cómo hizo para despertar a sus hijas y para darles la noticia sobre la muerte de su papá, solo sabía que ellas lloraban a su lado y todo lo que vino después, fue un borrón para ella. El funeral, el entierro. Ella no pudo hacer nada, no pudo disponer de nada en cuanto a las decisiones que se tomaron, ella era la esposa del difunto, pero era la nuera que la familia Salvatierra no quería. A la que nunca habían aceptado como parte de su familia.
A la semana de haber perdido a su esposo, Natalia sufrió un nuevo dolor.
—Ya no hay nada que tengas que hacer en Ojo de agua, Natalia, será mejor que te marches por las buenas —expresó Hilario Salvatierra, el padre de Ángel.
—¿Qué?
—Mi hijo ya no está, ya no hay razones para que tú tengas que vivir en mis tierras —espetó con frialdad.
—No puede hacerme esto, don Hilario, no tengo a dónde ir, mis hijas necesitan un hogar —lloró, sintiendo que la tierra se abría bajo sus pies—. No puede ser tan cruel, ¡ellas son su sangre! ¡Son hijas de Ángel! —gritó, llena de pena y de dolor.
El golpe que cayó sobre su mejilla la lanzó al piso, ella giró el rostro para ver a su agresor.
—Sé muy bien que esas niñas son hijas de mi hijo y por esa misma razón se quedarán conmigo. Será Maritza quién cuide de ellas a partir de ahora —sentenció.
Natalia negó, su labio estaba roto y la sangre manchó su mentón y su blusa.
—No puede quitármelas, ¡son mis hijas! —gritó, poniéndose de pie, dispuesta a enfrentar al hombre.
Sin embargo, fue detenida por la mano de Efraín.
—Será mejor que te largues por las buenas, Natalia, no creo que quieras conocer el lado oscuro de esta familia —le advirtió al oído, provocándole un escalofrío.
—No voy a dejar a mis hijas —gruñó al sentir el dolor en su muñeca.
—No tienes opciones, Natalia, ningún juez va a otorgarte su custodia, no tienes nada que ofrecerles. No tienes casa, no tienes familia, no tienes nada —le susurró de manera fría y cruel.
Natalia ahogó un sollozo cuando el hombre la arrastró lejos del despacho de Hilario Salvatierra, mientras Efraín la miró con desdén y arrogancia.
Ella gritó, pataleó, luchó todo cuanto pudo, pero finalmente, Efraín la sacó de la hacienda, arrastras, sin importarle que pudiera herirla y la lanzó al suelo con furia.
—Más te vale que no vuelvas a pisar Ojo de Agua o te aseguro que te arrepentirás —juró el hombre, cerrándole la puerta en la cara…
Natalia lloró todo cuanto pudo, pero nada conmovió a la familia Salvatierra de devolverle a sus hijas y en su intento de recuperarlas. Una semana después, sufrió un salvaje ataque por su parte…
El llanto llenó una de las habitaciones de la Escondida, Diana Arteaga había llegado al mundo y demandando la atención de su madre. Alicia estaba pálida, cansada y sentía que le dolía hasta el último cabello de su cabeza, pero sonreía feliz de tener a su bebé entre sus brazos.La pequeña era una mini copia suya, por lo menos es lo que le pareció cuando fue puesta entre sus brazos por el doctor que la atendió.Paloma tenía los ojos llenos de lágrimas, mitad de alegría y mitad de terror, pero su hija había sido muy valiente y había dado a luz a su pequeña Diana en casa.—Felicidades, Señora Vidal, por su primera nieta —dijo, Marcelo abrazándola y colocando su mentón sobre el hombro de Paloma.Ella sonrió.—Lo mismo para usted, señor Vidal. La reina de su corazón ha nacido —le dijo, pues Marcelo cuidaba mucho a Alicia desde que supo de su embarazo y su apoyo, tal como lo ofreció había sido incondicional para Simón y Alicia.—Felicidades, Alicia, y gracias por darme el bello regalo de ser
Andrés y Laura se apresuraron a volver a Miramar, tan pronto como la noticia del nacimiento de Nicolás llegó a La Escondida. Estaban emocionados, era su tercer bisnieto y pronto también llegaría a sus vidas la pequeña Diana, que estaba a dos meses de nacer, aunque con lo crecida que Alicia estaba y al ser primeriza, Laura sospechaba que llegaría al mundo antes de los dos meses.—Nos estamos llenando de pequeños de nuevo —dijo Andrés, mientras conducían——. Me recuerda tanto cuando nuestros nietos nacieron, fue una época muy bonita que no pensé repetir. Me siento viejo —añadió.—Estás viejo, querido, pero no puedo quejarme —le dijo, besando su mejilla—. Envejecer contigo ha sido lo mejor de mi vida y no lo cambiaría por nada ni por nadie. Ver a mi familia hacerse más y más grande es un privilegio que no todos tienen la dicha de gozar.Andrés asintió.—Tienes razón, mi amor. El tiempo pasa, pero en cada retazo siempre habrá una memoria para el recuerdo.Laura le sonrió.—Cada retazo está
La familia tenía muchos motivos para celebrar, Ignacio y Renata hicieron público su reconciliación y el más feliz fue Carlitos, el niño dio brincos de alegría que cualquier duda que sus padres aún conservaban se rompió y fortaleció su deseo de unirse como familia.La única preocupación que llegaba a ensombrecer la dicha que vivían era Aurora. La joven volvió de La Soledad y lucía triste, pero se negó a hablar, ni siquiera Laura había logrado que se abriera, por lo que decidieron dejar las cosas correr, esperando que en algún momento ella decidiera hablar.Sin embargo, los meses pasaron y nada sucedió, Aurora se cerró en su burbuja y evitaba a toda costa los temas que tuvieran que ver con Esteban. Wendy estaba preocupada al igual que Samuel, ninguno de los dos sabía qué hacer para poder ayudarla.—¿No vas a decirnos lo que sucedió? —preguntó Wendy cansada de verla tan ausente.—No ha pasado nada, mamá, no te preocupes —le dijo.—No te creo, cuando te marchaste lo hiciste entusiasmada,
—Nunca imaginé que la vida me diera tantos momentos felices, cuando pensaba en tener una familia, una esposa. No alcanzaba a comprender lo que realmente significaba. El amor es tan bello y aunque el camino es doloroso, es el único sentimiento por el que de verdad vale la pena recorrerlo —expresó Julián, dejando un beso sobre el dorso de la mano de Natalia. Habían dejado el consultorio de Renata una hora atrás. Julián había conducido de regreso a la hacienda; sin embargo, no llegaron a la casa grande. Él la había secuestrado y llevado a una de las cabañas que había en medio del campo. Natalia no puso objeción, estaba a la entera disposición de su marido. Confiaba en él con los ojos cerrados. —Eres el mejor de los hombres —susurró ella en respuesta a aquellas palabras. —Solo soy un hombre enamorado —refutó él con esa sonrisa que no se borraba de su rostro desde que salieron de la consulta. Natalia le acarició la mejilla, la barba le picó las manos, pero no se detuvo, delineó con la p
Los ojos del vaquero se llenaron de lágrimas y de felicidad, su sonrisa lo decía todo. Julián se acercó a su esposa, la tomó del mentón y la besó. Fue un beso tierno, llenó de amor, el hombre quería decirle con aquel beso todo lo que sentía por ella, aunque Natalia lo sabía y se sentía muy afortunada por tenerlo en su vida, por tener la oportunidad de volver a amar.—Te amo, te amo —le susurró él sobre los labios.Natalia le acarició la mejilla y limpió las lágrimas que corrían por las mejillas del vaquero. Eran lágrimas de felicidad, aun así, ella no quería verlo llorar. Quería que Julián se sintiera feliz y dichoso por tenerla en su vida, quería que su sonrisa no se borrara jamás y que su amor durara para siempre.—Te amo, mi vaquero favorito. Te amo con cada pedacito de mi cuerpo y de mi alma, gracias por ser el hombre más maravilloso del mundo y por convertirte en mi razón de ser y de estar —le dijo, besando los labios de Julián, no fue apasionado, sino un simple roce que les hizo
Santiago se giró para no ser testigo de lo que podía ocurrir entre su hermano y Aitana. Tenía el corazón dolorido, pero entendía que en el corazón no se podía mandar, además, él no había hecho ningún movimiento para llamar la atención de la joven, pues no imaginó que su gemelo estuviera enamorado de ella.¿Qué era lo mejor que un hombre podía hacer en ese caso? Retirarse con honor y desearle a Sebastián que fuese feliz.Entretanto, Aitana se apartó de Sebastián, el muchacho estaba serio, pero el brillo de sus ojos lo delataba. Sus labios estaban rojos por el labial de la joven y sus mejillas ligeramente rojas por la emoción del momento.—Sebastián…—No digas nada, por favor, quiero guardar este momento como el más preciado de mis tesoros. Te he querido desde hace un buen tiempo y ahora que he vuelto a verte no quiero perder más el tiempo, Aitana —dijo, tomando la mano de la muchacha y dejándole un beso sobre su dorso.Aitana se sonrojó, su corazón latía acelerado, no sabía si era de e
Último capítulo