Dylan llegó al café con cinco minutos de retraso. No por descuido, sino por estrategia. Le gustaba aparecer cuando la otra persona ya había elegido mesa, bebida y posición defensiva. Así podía leer el terreno sin tener que improvisar demasiado.
Nina estaba sentada junto a la ventana, con un café que parecía más arte que bebida. Lo miró sin saludar, como si ya lo hubiera hecho mentalmente y no quisiera repetir el gesto. Llevaban apenas una semana de haber comenzado a interactuar, y aunque ella siempre parecía ocupada, encontraba tiempo para avanzar en la colaboración. Había algo en su forma de estar que no pedía explicaciones, pero sí atención.
—Llegas tarde —dijo Nina, sin levantar la vista del cuaderno.
—Cinco minutos no es tarde. Es personalidad —respondió Dylan, acomodándose frente a ella.
—¿Y llegar a tiempo es falta de carácter?
—Es ansiedad.
Nina sonrió. No porque fuera gracioso, sino porque le gustaba cómo pensaba, aunque no lo admitiera. Dylan no pidió nada. Sabía que no iba a