Roman, Leon y Sergei permanecían en la sombra, observándonos con atención. No intervinieron, pero la expectación en sus rostros era evidente. Pavel no mostró arrepentimiento alguno.
—Es tu culpa que nos obsesionamos contigo —admitió Pavel con crudeza—. Desde el momento en que te presentaste en la reunión, supimos que te tendríamos, que no íbamos a dejar que otro clan te reclamara.
Intenté separarme de ellos, pero el placer aún me mantenía atrapada. Cada movimiento hacía que sus cuerpos volvieran a estimularme, enviando oleadas de electricidad a través de mí.
—¿Por qué…? —Intenté hablar, pero Alexei me tomó de la cintura y me obligó a quedarme quieta contra su pecho.
—Porque tus decisiones nos ataron a ti —murmuró contra mi oído—. Tú elegiste nuestro perfil y, cuando se solicitó la reunión, fuiste tú quien decidió conocer a hombres como nosotros. No te importó quiénes éramos, a pesar de saber cuál es nuestra ocupación.
Mi respiración se aceleró.
—¿Me están culpando por esto?
Alexei rió