Capítulo 77. La Reina decide
Alessia
Entro en la mesa de guerra con el vestido todavía vivo en el pensamiento: la seda pegada a la piel, la mancha que me recuerda la torpeza heroica de Marco. Me sorprende sentir, en ese recuerdo, una calma que no tuve en la cocina de Teresa. La calma es una herramienta que no todos saben usar. Dante sí.
La sala está llena de voces que ya no discuten: ejecutan. Valeria tiene el archivo abierto como una herida con bordes limpios; Enzo y Raffaele esperan como dos cuchillos, listos para tallar. Salvatore cierra mapas con la gravedad de siempre. Alejandro repasa rutas en una pantalla. Dante anda de un lado a otro, la rabia escribiéndosele en los puños.
Lo veo antes de que me vea y sé que ha cruzado el borde. Él quiere sangre en la plaza, quiere incendio, quiere nombre cortado por pistola —el impulso de quien ama hasta el filo—. Lo entiendo y, por un segundo, me siento halagada de ser la chispa.
—Quiero que lo vacíen todo —dice, sin rodeos—. Si ellos han mandado a tocarte, no queda nad