Capítulo 73. El brindis envenenado
Valeria
La política huele a perfume caro mezclado con veneno. Lo aprendí demasiado pronto, y esta noche solo me lo confirma. El salón, en apariencia elegante, con sus lámparas de cristal y mesas de mármol, es una trampa disfrazada de diplomacia.
Dante y Alessia están presentes porque no asistir habría sido conceder terreno. El Consejo lo sabe, la prensa también. Yo estoy aquí porque alguien debe mirar más allá de las sonrisas. Esa siempre ha sido mi tarea: ver lo que otros no ven, detectar el filo detrás de la flor.
Los invitados hablan en susurros estudiados, como si la conversación fuera un guion ensayado. Políticos menores, empresarios de fachada, consejeros vestidos de seda, y periodistas con libreta en mano, todos fingiendo que esta es una velada de paz. Yo sé mejor: la paz nunca se firma con copas de vino, sino con cuchillos escondidos.
El brindis es anunciado con teatralidad. Una botella oscura aparece en la mesa central. El camarero la abre sin esfuerzo, pero noto algo extraño