Capítulo 72. La máscara de Sofía
Alessia
La noche es un animal inquieto en esta casa. Se mueve entre los pasillos, araña las paredes con sus sombras y no deja dormir a nadie. Yo tampoco duermo, porque hay cosas que no se pueden ignorar aunque se cierren los ojos. Una de ellas está justo detrás de esa puerta: Sofía.
Desde que la trajimos de vuelta, sus pasos se oyen incluso en silencio. La madera cruje cuando se mueve, las sábanas se arrugan como si fueran cadenas, y su respiración corta se filtra hasta mi habitación. No necesito verla para saber que está atrapada en su propia culpa.
Cuando decido entrar, lo hago con la certeza de que no busco consolarla. La puerta se abre despacio y la encuentro sentada al borde de la cama. Su espalda está recta, como si alguien invisible la obligara a mantener la postura. Las manos descansan en su regazo, apretadas hasta ponerse blancas. No hay lágrimas en sus ojos, aunque los tiene rojos y cansados.
—No vine a consolarte —le digo antes de que intente justificarse.
Su rostro se leva