Celeste.
La habitación estaba tranquila, envuelta en una paz que no se sentía forzada, sólo inevitable. Me encontraba sola, acostada en la suave cama matrimonial donde dormía con Kael.
Había aprendido a convivir con la constante vigilancia, incluso a esa hora de la mañana tenía guardias tras la puerta, cuidando cada uno de mis movimientos.
No me molestaba ni me sentía prisionera. Solo era una precaución necesaria, porque nuestro mayor enemigo apuntaba a mí…
Deslicé los dedos sobre mi vientre, cerrando los ojos con un suspiro suave. Mi panza todavía no se notaba, y moría de ganas por ir a la próxima consulta y saber si serían dos, o uno solo.
—No puedo evitar pensar en todo lo que está pasando, ¿sabes? —murmuré, aunque sabía que el bebé aún no podía escucharme—. En lo rápido que cambió todo. Mi vida dio un giro drástico después de que abandoné la manada DarkMoon. He vivido tantas cosas buenas y malas.
Mis manos descansaban sobre mi piel, como si pudiera transmitir mi inquietud a l