Kael.
Después de haber peleado contra los vampiros, volvimos al pueblo, y en el camino, noté la mirada perdida de Nuria, cuando casi llegábamos a la entrada.
—¿Estás bien? —le pregunté, rompiendo el silencio que se formó en el ambiente.
Los demás seguían caminando, aunque me echaron una ojeada.
—He de admitir que no fue como esperaba —resopló—. Tuve ayuda, y por eso lo agradezco.
—Con ayuda o no, lograste vengar a tus padres —la animó Celeste, ella lo entendía mejor que nadie—. Así que no te sientas mal por haber hecho lo correcto.
Nuria le regaló una sonrisa en agradecimiento.
Para Celeste, lo correcto era la venganza, y eso era lo que le daba motivación cada día para seguir entrenando.
El pueblo era un susurro de calma para todos nosotros. Me sentí aliviado al pisar mi territorio. El amanecer había llegado en nuestro trayecto de regreso, nadie logró dormir.
Lo inesperado fue ver a Damián en la entrada.
Su postura era rígida y sus ojos inquietos, como si algo lo estuviera dev