Nuria.
Estar con Nolan me ponía nerviosa últimamente. Lo miré de reojo, y él estaba más serio de lo normal. Esa nariz puntiaguda… Esos ojos azules se oscurecieron por la poca iluminación de la noche.
¿En qué momento me llegó a gustar detallar cada parte de su piel? Como por ejemplo, una ligera cicatriz en su hombro derecho.
El olor a tierra y sangre impregnaba el camino angosto por el que Nolan y yo avanzamos. Estábamos detrás del pueblo, siguiendo el rastro que nos había llevado hasta una entrada oculta, lejos de los demás. La atmósfera era pesada para mí, el aire estaba cargado de tensión.
Mi corazón latía feroz dentro de mi pecho, exigiendo salir.
—Parece que no hay nadie vigilando este lado —informó Nolan, con las cejas inclinadas e inspeccionando cada parte de la entrada—. ¿Crees que sea normal?
—Tal vez han ido a la entrada —Tragué saliva al pensar en Celeste y Kael—. Debemos apurarnos si queremos ayudar a los demás.
—Recuerda, acabar con la reina los dejará a todos sin ru