Celeste.
Cuando vi a Kael siendo herido brutalmente, mi cuerpo se paralizó por completo. No supe qué le pasó a mi corazón, que se detuvo durante un segundo.
El grito se ahogó en mi garganta, sofocado por la desesperación que golpeaba mi pecho con una fuerza brutal. Kael cayó, su cuerpo se desplomó en el suelo, y mis ojos se quedaron fijos en la herida abierta en su pierna. La sangre brotaba sin piedad, empapando su ropa, manchando la tierra y nublando mi visión por las lágrimas que me asfixiaban.
—¡No! —grité con horror.
Mis cejas se hundieron.
Quise moverme y correr hacia él, vendar su herida para que dejara de sangrar o hacer cualquier cosa con tal de ayudarlo, pero mi cuerpo estaba preso del miedo y de cuatro cazadores que agarraban cada una de mis extremidades.
—No te vas a mover de aquí —susurró uno, provocando un escalofrío en mi nuca—. Verás cómo lo matan.
Estaba atrapada, paralizada y llena de impotencia por no hacer nada, sintiendo cómo el miedo me erosionaba desde aden