Narrador.
La noche tejía su manto sobre la cabaña, y el silencio de la hora permitía que incluso los pensamientos hicieran eco.
Luke estaba solo en su habitación, sentado en el suelo con las piernas cruzadas, el papel doblado frente a él como si contuviera una clave mágica.
El sirviente se lo había dado discretamente, diciendo “una amiga te lo manda”, y Luke lo había guardado con una mezcla de nervios y emoción que aún no se le bajaba del pecho.
Él sabía quién era esa amiga especial. La única que tenía y que había conocido hace muy poco tiempo.
—Okay… no lo arruines —murmuró, tomando el papel con dedos indecisos—. No te pongas a llorar, no hagas voces raras… y no comas las esquinas.
Lo desdobló.
Las letras grandes, torpes, escritas en crayón azul… lo hicieron sonreír antes de entender siquiera lo que decían.
—Es su letra… —susurró, tocando los trazos con la yema del dedo—. Sienna escribió esto. Para mí.
Jamás había visto su letra, pero su corazón se lo decía.
Comenzó a leer. A vec