Narrador.
La tarde era perfecta para escribir lo que no se decía en voz alta.
Sienna había reunido cuatro papeles que aún conservaban aroma a hierbas secas, un puñado de crayones desordenados, y la determinación silenciosa de quien no quería que nadie supiera lo que estaba a punto de hacer.
—Para mi mejor amigo —susurró para sí misma.
Estaba sola en la cabaña.
Kenzo dormía profundamente en el sofá, abrazando su escudo de madera que él mismo había decorado con pintura de mora. Celeste y Kael estaban ocupados con sus responsabilidades, revisando los límites del territorio. Y eso dejaba a Sienna con lo más importante: tiempo… y corazón inquieto.
Tomó un crayón azul.
Y empezó a escribir una carta.
Para Luke:
«Hola. No sé por qué estoy escribiendo esto, pero creo que las palabras a veces necesitan espacio para jugar. Me gustó hablar contigo. Me gustó que no sabías nada de mí y aún así quisiste ser mi amigo. Creo que eso es valiente.
Tal vez el bosque quiso que te perdieras, para que yo p