Celeste.
El aire estaba cargado de emoción. Cada hoja, flor, y estrella parecía contener la respiración mientras Nolan, de pie frente a nosotros, cerraba su carpeta con una sonrisa suave.
Él estaba listo para dar el siguiente paso, y nosotros también. Mis ojos no se apartaban de Kael. Apuesto y corpulento.
—Ahora procederemos al intercambio de votos —anunció, con voz clara—. Kael, ¿aceptas a Celeste como tu legítima esposa, para amarla, protegerla y caminar a su lado en esta vida y en todas las que vengan?
Kael me miró.
Y en ese instante, el mundo desapareció.
Sus ojos estaban llenos de algo que no había visto nunca en nadie. No solo amor. Era algo más profundo y antiguo. Como si su alma le hablara directamente a la mía para jurarle amor eterno.
Yo… no imaginé que sentiría tanta calidez con ese simple gesto.
—Celeste —empezó, sonando firme y cargado de emoción—. Nunca pensé que estaría aquí. Nunca imaginé que el lobo que fui alguna vez, frío, distante, maldito… pudiera encontrar al